Page 46 - Tratado sobre las almas errantes
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Ya que hemos citado a la Comisión Teológica Internacional, para acabar el elenco completo,
            mencionamos  que  esta  Comisión  publicó  en  1992  un  documento  titulado  Algunas  cuestiones

            actuales de escatología , el cual no añade nada nuevo a la polémica intermediacionista 114 .



                2.3.5  Últimos pronunciamientos significativos

                  Existe un último texto de un Romano Pontífice que merece una atenta lectura. Nos referimos
            a las palabras pronunciadas por Juan Pablo II en la audiencia que tuvo lugar el 4 de agosto de 1999.
            El Papa dijo así: Para cuantos se encuentran en la condición de apertura a Dios, pero de un modo
            imperfecto, el camino hacia la bienaventuranza plena requiere una purificación, que la fe de la
            Iglesia ilustra mediante la doctrina del purgatorio. 115  Esta afirmación no carece de importancia,
            pues en su catequesis sobre el purgatorio ese pontífice hace depender ese estado de la condición de
            apertura  a  Dios.  Es  la  primera  vez  que  en  un  texto  magisterial  un  Papa  explica  ese  estado  de
            purificación,  enfocándolo  bajo  otra  perspectiva  que  no  sea  la  clásica  dicotomía  pecado
            mortal/gracia de Dios. En esta alocución no se niega nada del magisterio anterior, pero justo es
            reconocer que se enfoca de un modo más, diríamos, antropológico.
                   El  enfoque  resultaría  favorecedor  de  la  tesis  intermediacionista,  sino  fuera  porque  Juan
            Pablo II en la misma audiencia, más adelante, puntualizó:

                     Hay  que  precisar  que  el  estado  de  purificación  no  es  una  prolongación  de  la  situación  terrena,  como  si
                 después  de  la  muerte  se  diera  una  ulterior  posibilidad  de  cambiar  el  propio  destino.  La  enseñanza  de  la
                 Iglesia a este propósito es inequívoca, y ha sido reafirmada por el Concilio Vaticano II, que enseña: «Como no
                 sabemos ni el día ni la hora, es necesario, según el consejo del Señor, estar continuamente en vela. Así, terminada
                 la única carrera que es nuestra vida en la tierra (cf.  Hb 9, 27), mereceremos entrar con él en la boda y ser
                 contados entre los santos y no nos mandarán ir, como siervos malos y perezosos al fuego eterno, a las tinieblas
                 exteriores, donde habrá llanto y rechinar de dientes (Mt 22, 13 y 25, 30)» . 116

                   La  puntualización  parece  que  no  deja  espacio  a  la  duda,  parece  que  no  permite  margen
            teológico alguno para pensar en otra posibilidad que la determinación definitiva en el momento de
            la muerte. Es cierto que Juan Pablo II lo que tenía en mente era la teoría de la reencarnación. Pues la
            afirmación de la imposibilidad de cambiar el propio destino, es una frase subordinada de la oración
            principal,  donde  se  asevera:  el  estado  de  purificación  no  es  una  prolongación  de  la  situación
            terrena.  Resulta  indudable  que  se  estaba  refiriendo  a  la  reencarnación  y  no  a  la,  entonces,
            completamente  desconocida  teoría  intermediacionista.  Pero,  aun  refiriéndose  a  lo  que  se  refiere,




                 113
                    CTI, La esperanza de salvación para los niños que mueren sin bautismo, n.41.
                 114
                    El texto más próximo al tema aquí discutido es el siguiente: “También la Iglesia confiesa que cualquier mancha
            es impedimento para el encuentro íntimo con Dios y con Cristo. Este principio ha de entenderse no sólo de las manchas
            que rompen y destruyen la amistad con Dios, y que, por tanto, si permanecen en la muerte, hacen el encuentro con Dios
            definitivamente imposible (pecados mortales)...” COMISIÓN TEOLÓGICA INTERNACIONAL, Algunas cuestiones actuales
            de escatología, nº 8.1.
                 115
                   JUAN PABLO II, audiencia del 4 de agosto de 1999, n. 1. Tomado de JUAN PABLO II, Catequesis sobre el Credo,
            volumen VI, Ediciones Palabra, Madrid 2003, pg. 239.
                 116
                    JUAN PABLO II, Audiencia del 4 de agosto de 1999, n. 5. Citado en JUAN PABLO II, Catequesis sobre el Credo,
            volumen VI, pg. 242.
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