Page 52 - Tratado sobre las almas errantes
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sino de un clamor angustioso, manifestado cuando Job exclama: Oh si sucediese aquello que invoco
y Dios me concediese aquello que espero. Si quisiese Dios aplastarme (Job 6, 8-9). ¿Pueden tener
tales sentimientos las almas de los estratos inferiores del purgatorio, aquellas que tienen más que
purificar?
Nuestra opinión, aunque llena de incertidumbres, es que el purgatorio común de las almas debe
ser un estado de sufrimiento prolongado, pero sereno. Un purgatorio de sufrimiento paroxístico
ciertamente sería muy purificador, pero pondría a las almas siempre al borde de consentir en la
desesperación y la rabia. Por supuesto que Dios puede sostener con su gracia en esas situaciones
extremas, pero el mismo Job, a pesar de toda su heroica virtud, llegó un momento en que no pudo
más en medio de su sufrimiento físico y espiritual, y clamó: que maldigan [el día en que nací]
aquellos que maldicen el día, aquellos que están preparados para despertar al Leviatán (Job 3, 8).
Es cierto que la visión que se tiene comúnmente del purgatorio es de una especie de paciente y
pacífica espera completamente conformada con la voluntad de Dios, y ciertamente puede ser para la
mayoría de las almas. Pero en ese estado de purificación cabe que haya individuos cuya psicología
durante algún tiempo pueda sentir acerbas punzadas de la desesperación sin consentir en ella. La
psicología de los que se hallan en estado de purificación, puede ser mucho más variada de lo que
muchos cristianos entienden únicamente como un mero tiempo de espera.
Esta multiplicidad psicológica del purgatorio sería una vía teológica para entender este episodio
relatado por Santa Faustina. Pero creemos que se trata de un episodio que aboca a su inclusión en el
esquema intermediacionista. Pues da la sensación de que un purgatorio común que albergase el
fuego abrumador de sufrimientos paroxísticos de rabia y desesperación, haría peligrar su misma
naturaleza como lugar de purificación. El esquema intermediacionista sí que, por razón del propio
estado en que se encontrarían algunas almas, podría albergar una morada “cercana” al infierno. Pero
esa morada existiría no porque Dios condujese al sufrimiento extremo, sino porque el ser de ciertas
almas fuese un estado de sufrimiento casi infernal.
Los detractores de esta tesis repetirán que siempre hay una diferencia esencial entre el
sufrimiento que provoca la eterna reprobación y cualquier otro sufrimiento por grande que sea. Y
tienen razón: se trata de un sufrimiento esencialmente diverso. Pero esos detractores deberían
reconocer que hay momentos de sufrimiento entre los viadores que pueden tener mayor intensidad
que el sufrimiento cotidiano de un réprobo, aunque sea de naturaleza esencialmente diversa. El que
sufre dolores lacerantes por una muela durante todo un día puede sufrir más en ese tiempo, que el
hundido en el pozo de la depresión durante ese mismo periodo de tiempo; aunque sean dolores
esencialmente diversos. De ahí que en el purgatorio puede haber almas realmente cerca del infierno
que experimentan un dolor casi infernal.
Ya que el intermediacionismo supone una doble consideración del purgatorio, la cual se
funda esencialmente en testimonios particulares, hay que hacer notar un interesante pasaje de Santo
Tomás de Aquino en el que debemos detenernos. El Santo al hablar del purgatorio escribirá ese
párrafo basándose en revelaciones particulares, pues así lo dice de forma expresa. El texto aparece
en el Comentario al Libro de las Sentencias:
Lo más concorde con los dichos de los santos y la revelación hecha a muchos es que el lugar del purgatorio
es doble. Uno según la ley común (unum secundum legem comunem). (...) Y el otro es el lugar del purgatorio
según la dispensación (alius est locus secundum dispensationem) y así se lee de algunos que fueron castigados
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