Page 60 - Tratado sobre las almas errantes
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Por otra parte, «se deberá evitar reducir el pecado mortal a un acto de "opción fundamental" —como
                   hoy se suele decir— contra Dios», concebido ya sea como explícito y formal desprecio de Dios y del prójimo,
                   ya sea como implícito y no reflexivo rechazo del amor. Se comete, en efecto, un pecado mortal también cuando
                   el hombre, sabiéndolo y queriéndolo, elige, por el motivo que sea, algo gravemente desordenado 159 .

                   Por  eso,  desde  el  lado  de  la  teología  moral,  una  crítica  que  se  puede  hacer  al
            intermediacionismo  es  que,  en  el  fondo,  supone  admitir  que  sólo  la,  así  llamada,  opción
            fundamental  puede  condenar  a  alguien.  Olvidando  que  en  la  tradición  de  la  Teología  Moral  la
            distinción entre pecado mortal y venial está considerada en relación a la pena merecida  160 . Por
            eso,  la  exhortación  apostólica  Reconciliatio  et  paenitentia,  ciertamente,  no  es  favorable  a  una
            distinción tripartita:

                       Durante la asamblea sinodal algunos Padres propusieron una triple distinción de los pecados, que podrían
                  clasificarse en veniales, graves y mortales. Esta triple distinción podría poner de relieve el hecho de que existe
                  una  gradación  en  los  pecados  graves.  Pero  queda  siempre  firme  el  principio  de  que  la  distinción  esencial  y
                  decisiva está entre el pecado que destruye la caridad y el pecado que no mata la vida sobrenatural; entre la vida y
                  la muerte no existe una vía intermedia. Del mismo modo se deberá evitar reducir el pecado mortal a un acto de
                  «opción fundamental» —como hoy se suele decir— contra Dios, entendiendo con ello un desprecio explícito y
                  formal de Dios o del prójimo 161 .


                   Pero  entonces  surge  la  pregunta  que  tantas  almas  se  hacen  de  cómo  alguien  se  puede
            condenar  por  un  solo  pecado  grave.  La  solución  sería  que  la  reprobación  no  radicaría  en  la
            tricotomía antes planteada, sino que consistiría en entender que las personas con pecados mortales
            menos graves fácilmente se arrepentirán al momento de morir ante la acción de la gracia divina, la
            llamada  “última  gracia”.  Tal  solución  parece  más  sencilla  que  la  apelación  a  nuevos  estados
            intermedios o a un replanteamiento general de la moral supone tratar de explicar lo simple a través
            de mayores complejidades. Y, sobre todo, complejidades ausentes de la Tradición y en oposición a
            la perfecta continuidad que supone el Magisterio en la materia de la Teología Moral.


            Conclusión

                   Nos  parece  que  el  texto  de  Reconciliatio  et  Paenitentia  ofrece  deliberadamente  una
            determinada impresión porque quería luchar, en ese momento, contra la errónea teoría de la “opción
            fundamental”. La cual tesis suponía un cambio de la moral objetiva a un minimalismo subjetivo.
            Pero el texto magisterial, releído cuidadosamente, únicamente se opone en la triple división si tal
            cosa  supone  la  conversión  de  los  pecados  graves  en  pecados  veniales  de  mayor  peso.  Creemos,
            sinceramente,  que  cabe  aceptar  la  triple  distinción  desde  la  plena  ortodoxia  desvinculándola  por
            entero del erróneo paradigma de la opción fundamental. El pecado grave supondría la imposibilidad
            de entrar en el Reino de Dios, un obstáculo para ello. Por supuesto, tampoco estamos identificando
            el  pecado  mortal  con  el  pecado  contra  el  Espíritu  Santo.  Tal  error  significaría  que  muy  pocas
            personas  habrían  cometido  un  pecado  mortal.  Cuando  la  experiencia  nos  muestra  que  son

                 159
                    JUAN PABLO II, Veritatis Splendor, n. 70.
                 160
                   Francesco Compagnoni (AA.VV.), Nuovo Dizionario di Teologia Morale, San Paolo, Cinisello Balsamo 1990,
            pg. 908. En Santo Tomás de Aquino esta distinción entre pecado mortal y venial en base al  reatus poenae se halla
            argumentada en S. Th. I-II, q. 73 y en S. Th. I-II, qq. 87-88.
                 161
                    JUAN PABLO II, Exhortación Apostólica Reconciliatio et Paenitentia, 2-diciembre-1984,  n. 70.
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