Page 154 - Vive Peligrosamente
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numerosas huellas dejadas por nuestros vehículos, pero éstas eran tantas y
tan diversas que me despisté y perdí la dirección. Aminoré la marcha al
pasar ante dos casas en el campo, pues no recordaba haber pasado antes por
allí.
Cuando menos lo pensaba, algo estalló ante mí, luego detrás,
peligrosamente cerca. Velozmente desvié mi coche hacia la izquierda y lo
introduje detrás de unos matorrales. Los disparos cesaron. Eché una ojeada
a mi brújula y ¡comprobé que me dirigía hacia las trincheras enemigas!
¡Tenía que retroceder inmediatamente!
A pesar de ser tiroteado constantemente, conseguí, de nuevo, alcanzar
las casas. Al llegar a ellas vi una patrulla al mando de un suboficial.
Bastante airado le pregunté por qué no me había advertido que me dirigía
hacia las trincheras de los rusos. Me respondió con gran tranquilidad:
–Estamos en un puesto avanzado. Creí que tenía la intención de
inspeccionar las líneas enemigas.
Confieso que me quedé atónito y que no supe qué contestar a sus
palabras. Reanude mi viaje. Procuré orientarme mejor y llegué sin novedad
a mi Sección, donde, ¡cosa natural!, no informé a nadie de mi reciente
aventura. Si lo hubiese hecho, ¡me habría convertido en sujeto de burla de
mis propios soldados!
A principios de agosto, pasados unos quince días, eran tan elevadas las
pérdidas de nuestra División, que tuvimos que ser relevados en espera de
recibir refuerzos.
Durante la noche fuimos relevados por dos divisiones recién llegadas de
retaguardia. Emprendimos nuestra ruta en dirección contraria al frente
sintiendo alegría ante nuestro descanso, bien merecido. Pero, apenas
habíamos cubierto una parte del camino, recibimos una nueva orden:
Teníamos que dirigimos al flanco norte de la carretera de Jelna, pues el
enemigo atacaba sin cesar aquel sector y debíamos defenderlo a toda costa.
Nuestra temporada de descanso quedó anulada y nos encaminamos a
cumplir la orden recibida. La defensa de nuestro nuevo sector se presentó
mucho más áspera de lo que pensábamos. Las colinas de enfrente estaban
cubiertas por espesos bosques y los rusos nos demostraron, por vez
primera, su táctica en lo referente a ataques nocturnos. Se deslizaban por
entre nuestras líneas en pequeños grupos; después se reunían en un punto
determinado, y nos atacaban por la espalda y por sorpresa donde menos lo
esperábamos. Por tal razón, cada noche se multiplicaban los gritos de