Page 190 - Vive Peligrosamente
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trabajos. Necesitamos varios días para recuperar todos los vehículos. Pero
lo conseguimos poco a poco.
Con el tiempo, tuvimos que hacer frente a nuevas dificultades. El aceite
pesado que alimentaba nuestros motores no resistía aquellos fríos tan
intensos; los anticongelantes que nos suministraban no bastaban ni eran los
más adecuados. Por otra parte, los vehículos necesitaban gasolina y apenas
disponíamos se ella. La instalación eléctrica y el diferencial no se
calentaban al mismo tiempo; cuando lográbamos que el motor se pusiera en
marcha, ayudados por medios artificiales, el aceite congelado obstruía los
conductos. Las baterías se vaciaron y quedaron inservibles.
No era agradable en tales circunstancias ser oficial especialista, ya que
todas las quejas y reclamaciones caían sobre uno. Y yo no tenía posibilidad
de hacer desaparecer el frío, que era el causante de tantas dificultades.
Cuando, el primero de diciembre de 1941, estuvimos en disposición de
atacar en nuestro sector del frente, nos encontramos con una desagradable
sorpresa. Los rusos acababan de situar frente a nosotros Divisiones de
refresco, compuestas por tropas siberianas, perfectamente descansadas y
armadas, dispuestas a todo. Confieso sinceramente que nos dieron mucho
que hacer.
La red ferroviaria de Siberia debía de estar en mejores condiciones de
funcionamiento de lo que nosotros pensábamos, teniendo en cuenta los
informes que nos habían dado. Fuera lo que fuese, el enemigo nos demostró
que estaba bien organizado.
Nos suministraron nuevos cohetes de gran calibre, destinados a facilitar
el que quebrásemos aquella gran resistencia. Estaban cargados con aire
líquido. Todo hacía suponer que sus efectos serían devastadores.
Cuando, un día, probamos algunos de ellos, comprobamos que eran casi
tan altos como un hombre, y que se asemejaban mucho a las bombas
lanzadas por los aviones. Cuando lanzamos algunos de ellos y atacó nuestra
Infantería, ésta nos confirmó su eficacia. Pero los rusos encontraron pronto
la respuesta a aquella arma amenazándonos con los gases, con gran
sorpresa para nosotros. El uso de las nuevas armas fue prohibido en el
sector del frente en que nos hallábamos. ¿Casualidad?
A pesar de todo, conseguimos romper el frente enemigo después de
sostener durísimos y sangrientos combates. Volvimos, de nuevo, a avanzar.
Pero, en aquella ocasión, el invierno parecía estar de parte del enemigo. No
había mucha nieve; pero el intenso frío –el termómetro alcanzaba los treinta
grados bajo cero–, nos torturaba. Todo el mundo estaba congelado..., a