Page 191 - Vive Peligrosamente
P. 191

excepción de nuestros ayudantes rusos que parecían "tan frescos". Sabían
          arreglárselas muy bien a pesar del intenso frío; hasta conseguían que los
          vehículos que utilizaban funcionasen.
            Entre nuestros soldados se contaba un chiste,  que bien  podía ser
          considerado como de "humor negro":
            –Debemos hacer frente a un nuevo enemigo: San Pedro. El encargado
          del tiempo está inscrito, desde octubre, en el partido comunista, y ha tenido
          la mala suerte de no desempeñar un cargo privilegiado.
            ¡Primero el barro y, seguidamente, el frío! ¡Ya teníamos bastante!
            En las guardias nocturnas, empleando  muchas precauciones,
          encendíamos una hoguera en torno a  la cual nos acurrucábamos con el
          resultado de que  nos asábamos por delante en tanto  que  por detrás
          continuábamos completamente helados.
            A pesar de que yo aguantaba bastante bien el frío, mi cuerpo empezaba
          a protestar por tener que soportar tanta inclemencia. Y a pesar de que ya
          contábamos  con buenas  raciones de  comida, ahora que volvíamos  a
          combatir activamente, mi estómago, a veces, no resistía lo ingerido.
            El crudísimo invierno ruso, que  había llegado de una manera tan
          inesperada, fue de fatales consecuencias sobre la moral de nuestras tropas.
          Los soldados empezaron a dudar del éxito de nuestra empresa. Fue en aquel
          momento psicológico precisamente,  bastante comprometido, cuando las
          emisoras de radio alemanas lanzaron una nueva canción. Los pocos
          receptores de onda larga de que  disponíamos  estaban, literalmente,
          rodeados de  hombres  cada vez que por sus altavoces se dejaba oír la
          cancioncilla, cuyas estrofas cantaban:

               "Todo pasará, todo pasará,
               cada diciembre es seguido por un mayo..."

            Tal promesa musical, que podía ser considerada trivial, nos devolvía las
          esperanzas, la moral y el coraje. Es casi increíble la popularidad que llegó a
          alcanzar dicha cancioncilla.
            Siempre que podíamos entrábamos  en una casa para calentarnos un
          poco. Cierta noche volví a ser invitado por el jefe de nuestra batería a una
          "opípara" cena. Me informaron de que darían patatas asadas y que la cena
          tendría lugar en el interior de una caliente "isba". El camarada Scheufele,
          como siempre que tenía invitados, se mostró espléndido; cada uno de
          nosotros fuimos obsequiados con un  buen trozo de carne  asada para
   186   187   188   189   190   191   192   193   194   195   196