Page 313 - Vive Peligrosamente
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que habría fortalecido la posición del gobierno francés, podía ser
          considerado como un mito".
            El citado oficial era de la opinión, que yo compartí, de que no podíamos
          dejar de ver en la persona del mariscal Pétain a un auténtico patriota:
          francés; a un hombre al que su acendrado patriotismo llevaba, tal vez, hasta
          la obstinación; a un hombre que estaba convencido de que su punto de vista
          personal era beneficioso para su patria  y que hacía todo lo posible por
          salirse con la suya. Pero, por otro lado, los alemanes, desgraciadamente, no
          estaban en condiciones de hacer muchas concesiones al patriotismo francés.
            El I. C. continuó diciendo:
            –No podemos descartar la posibilidad de que entre el Gobierno de
          Vichy  y la llamada "Francia Libre" existan algunos lazos de unión que
          nunca se romperán.
            Estas suposiciones, a nosotros, patriotas alemanes convencidos, nos
          parecieron lógicas. Por aquel entonces el Norte de África estaba ocupado
          totalmente por los aliados y, como consecuencia de tal hecho, las colonias
          francesas se encontraban en  manos del "contra–gobierno".  Además,
          nuestros enemigos estaban convencidos de que, a partir de 1943, la suerte
          volvía la espalda a las potencias del Eje, de lo que nosotros no teníamos
          plena conciencia entonces, pero que, sin lugar a dudas, constituía un gran
          aliento para nuestros adversarios.
            También  me enteré de que diversos  informes secretos que circulaban
          desde hacía  algún tiempo señalaban que las relaciones entre Vichy  y la
          "Francia Libre" eran tan  sólidas que hasta el Gobierno de Pétain había
          hecho cábalas sobre la posibilidad  de refugiarse en África. Según  otros
          informes cabía la posibilidad de que  los círculos afectos al general De
          Gaulle se apoderasen, por la fuerza, de la persona del mariscal y de varios
          miembros de su Gobierno. Aquélla era la situación de entonces, de la que
          teníamos conocimiento desde semanas antes a través de las informaciones
          comunicadas por el FHQ.
            Sin embargo, nadie sabía nada sobre el papel que yo debía desempeñar
          en el asunto. Por tanto no me quedaba  más remedio que esperar nuevas
          órdenes.
            Al día siguiente, por la tarde, fui a la Gare du Nord para recibir a mi
          compañía. Debo aclarar que, a través de mis explicaciones, todo parece
          muy fácil; pero, entonces, distaba mucho de serlo.
            Como  mis  hombres llegaron completamente  equipados, precisé de
          varios vehículos pesados para trasladarlos. Todo me hizo suponer que en la
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