Page 316 - Vive Peligrosamente
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correr e riesgo de planear una acción semejante con tropas que me eran
completamente desconocidas, con la posibilidad de tenerla que efectuar
dentro de pocos días.
Después de innumerables entrevistas con gran número de oficiales del
Estado Mayor, llegamos a la siguiente conclusión: me ofrecieron dos
compañías, pero también me asignaron otras dos de protección con
"panzers" pertenecientes a la nueva División de las SS, bautizada con el
nombre de "Hohenstaufen". Una casualidad me hizo entablar conocimiento
con el jefe de la División aquel mismo día, en París. Ello me proporcionó la
oportunidad de convencerle de la gran importancia de nuestra misión. El
general prometió mandar tropas escogidas y los dos mejores jefes de
compañía de su División. Mantuvo su palabra. Pocos días después de la
llegada de aquellas dos compañías al pequeño aeródromo situado al norte
de Vichy, que había escogido como lugar de acuartelamiento de nuestras
tropas de reserva, supe que podría arriesgarme a actuar con aquellas tropas.
También sabía que debía volver a jugar las bazas de la sorpresa y de la
celeridad; y que aquellos hombres me secundarían.
El día siguiente lo pasé en París enfrascado en los últimos preparativos y
en algunas conversaciones. Solucioné el problema del transporte de mis
tropas, que no tenía nada de fácil.
Como von Fölkersam y yo habíamos llevado con nosotros sendos trajes
de paisano preventivamente, pudimos hospedarnos en el mismo Vichy. De
aquella forma estuvimos en el centro de los acontecimientos y tuvimos
ocasión de hacernos una idea exacta de la situación.
A última hora de la tarde precedimos a nuestros hombres viajando en
coche. Recuerdo que el citado vehículo era un "Hotchkiss" que la
Wehrmacht puso a nuestra disposición con su conductor. No pasó mucho
tiempo hasta que, no pudiendo resistir la tentación, me puse al volante.
Hicimos el recorrido a gran velocidad; batimos un "record" digno de la
medalla de oro con la que se recompensaba al vencedor de las pruebas
automovilisticas en los lejanos y bellos tiempos de paz. Llegamos a nuestro
destino cuando ya era noche cerrada.
En Vichy nos aguardaba una sorpresa. En la casa donde teníamos
reservadas nuestras habitaciones, encontramos reunidos a varios caballeros
alemanes de nuestra Embajada. A pesar de lo tardío de la hora y de estar en
guerra, no tardaron en servirnos una copiosa cena. En el acto nos dimos
cuenta de que nuestro nuevo destino nos resultaría muy agradable
disfrutando de semejantes placeres. No cabía duda de que en Francia se