Page 102 - El Misterio de Belicena Villca
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germanos o a los romanos: ellos tendrían  que realizar la tarea, pues, una vez
                 evangelizados, ya habría tiempo para que  los Golen se infiltrasen y se
                 apoderasen del control de la Iglesia Británica. En el año 600 el Bretwalda de Gran
                 Bretaña era el Rey Etelberto de Kent, cuya esposa, princesa de los francos y
                 ferviente católica, favorece la conversión por los romanos de San Gregorio, pese
                 a que tenía junto a ella a un Obispo franco y algunos Sacerdotes de su pueblo; el
                 éxito es grande: el Rey y el pueblo se bautizan y en Canterbury se funda un
                 monasterio benedictino con jerarquía de  obispado; luego le siguen Essex,
                 Londres, Rochester, York, etc.
                        Cuarenta años después los Golen estarán penetrando en los monasterios
                 anglosajones desde la céltica Escocia, apoyados por el Rey Oswaldo de
                 Northumbría. Incorporados como maestros en los monasterios benedictinos a los
                 Golen les resultará más fácil convencer a los anglosajones ya cristianos sobre la
                 bondad de sus intenciones. Empero, durante muchos años, la voz cantante será
                 llevada por monjes no irlandeses, tales  como el griego Teodoro de Tarso y el
                 italiano Adriano. San Beda, el Venerable, muerto  en el año 735, lleva el
                 monasterio benedictino de Iarrow a su más alto grado de esplendor: talleres
                 donde se enseñan los más variados oficios, escuelas religiosas, granjas
                 monacales, copiado y traducción de documentos, instrucción musical, etc. De los
                 monasterios benedictinos anglosajones saldría una invalorable ayuda para los
                 planes de los Golen en la persona de los  monjes misioneros británicos, que
                 serían mucho mejor recibidos que los irlandeses en los Reinos germánicos:
                 Baviera, Turingia, Hesse,  Franconia, Frisia, Sajonia, Dinamarca, Suecia,
                 Noruega, etc., verían pasar por sus tierras a los monjes anglosajones. El mayor
                 exponente de esta corriente inglesa benedictina fue, indudablemente, San
                 Bonifacio.
                        Procedía del convento benedictino de Nursling y su verdadero nombre era
                 Winfrido: el Papa benedictino Gregorio  II le concedió el nuevo nombre de
                 Bonifacio en el año 718, junto con su misión de evangelizar a los germanos. La
                 verdad, atrás de todo este movimiento, era que los Golen sospechaban que los
                 germanos aún conservaban las Piedras de Venus y otros legados de los Atlantes
                 blancos y procuraban hallarlos a cualquier costo. Por eso San Bonifacio, por
                 ejemplo, se empeña en derribar la antiquísima Encina del Dios Donar, en
                 Geismar, en el año 722, tratando de encontrar la Piedra que una tradición
                 germánica situaba en las raíces del árbol. Pero ésta no era una tarea que el
                 propio San Bonifacio tomaría personalmente entre sus manos: para ello contaba
                 con miles de Golen benedictinos bajo sus órdenes; la famosa Piedra de Venus de
                 los sajones, por ejemplo, sería buscada durante cincuenta años, y costaría a los
                 sajones, que al final la perdieron, miles de víctimas, atribuidas luego cínicamente
                 a los “esfuerzos de la cristianización”. San Bonifacio no era, pues, un mero
                 predicador sino un gran ejecutor de los planes de la Fraternidad Blanca: los Archi
                 Golen, ocultos en los monasterios, y los Papas benedictinos, le revelarán estos
                 planes en forma de directivas que él cumplirá fielmente. Uno de sus actos más
                 fecundos para esos planes, por ejemplo, fue la universal difusión que imprimió a
                 la idea de la superioridad del Obispo de Roma, el representante de San Pedro en
                 la Tierra, sobre cualquier otra jerarquía eclesiástica o regia: en base a esa idea
                 se asentará el poder del papado en la Alta Edad Media. Y el papado, el
                 papado benedictino y Golen, se entiende, le responderá en consecuencia,


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