Page 99 - El Misterio de Belicena Villca
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“frailes errantes”, versión occidental de los “monjes mendicantes orientales”. Para
                 el siglo V, las colonias de anacoretas y los cenobios, sumaban miles y miles de
                 miembros en Egipto, Palestina y Medio Oriente: en una sola diócesis de Egipto,
                 Oxyrinthus, vivían veinte mil ermitañas y cien mil ermitaños anacoretas, mientras
                 que en vida de San Pacomio existían siete mil monjes cenobitas en sus
                 monasterios, que llegan a cincuenta mil en  el siglo  V. Con esto le quiero
                 ejemplificar, Dr. Siegnagel, sobre la  magnitud del movimiento premonacal, un
                 movimiento que todos sabían era de inspiración extremooriental.
                        El momento propicio para instituir el monacato occidental, y para difundir el
                 engaño de que consistía en una creación original judeocristiana, se iba a
                 presentar después de la muerte del Emperador Teodosio, en el año 395, cuando
                 el Imperio Romano se reparte entre sus dos hijos Arcadio y Honorio. Arcadio se
                 establece en Constantinopla, dando inicio al Imperio Romano de Oriente, que
                 duraría hasta el año 1453. Honorio hereda el Imperio Romano de Occidente, con
                 Roma, que se deshacería ochenta años después frente a la presión de las hordas
                 bárbaras: luego del año 476, el Imperio de Occidente se divide en múltiples
                 Reinos romanogermánicos y comienza un proceso colectivo de aislamiento y
                 decadencia cultural. No sólo con el Asia quedan cortados los lazos culturales sino
                 con la misma Grecia; pero la sociedad europea ya estaba  preparada para la
                 institución monacal: durante siglos había  visto pasar a los frailes errantes
                 procedentes de Tierra Santa y escuchado las historias de los anacoretas y
                 cenobitas orientales; incluso muchos peregrinos viajaban a Tierra Santa y allí
                 adoptaban la vida ascética, conservando a su regreso las costumbres adquiridas;
                 en ese momento, siglo VI, no existe zona montañosa europea donde no habiten
                 ermitaños cristianos. Pero una vez establecido el orden de los monasterios, todos
                 olvidarían el origen oriental de la institución monacal.
                        Justamente, de los monasterios benedictinos saldrán las copias y
                 traducciones de los libros más fecundos de la cultura griega,  que no tuvo
                 institución monacal, y se “perderá” todo vestigio de las culturas de Extremo
                 Oriente; vestigios que habían existido en el Imperio Romano y que
                 misteriosamente desaparecen de Europa al tiempo que “aparecen” los libros más
                 adecuados para empujar a occidente hacia el desastre espiritual del
                 Renacimiento y la Edad Moderna, es decir, los libros en que se expone el
                 racionalismo y la especulación griega, raíz de la “Filosofía” y de la “Ciencia”
                 moderna. Nada se dirá, a partir de la Cultura benedictina, sobre el origen Atlante
                 de las civilizaciones europeas, ni sobre las religiones de los pueblos del Asia, ni
                 siquiera sobre la de los recientes germanos, a quienes se obligará a olvidar sus
                 Dioses y creencias, y sus alfabetos rúnicos. Y nada se dirá, por supuesto, que
                 pueda relacionar a la institución monacal occidental con otras Culturas, que
                 pueda despertar la sospecha de que lo ocurrido en Europa es una historia
                 repetida en otras partes, la conclusión de un método de Estrategia Psicosocial
                 para ejercer el control de las sociedades humanas. Recién después del siglo IX,
                 por la presencia de los árabes en España, y del siglo  XII, por la
                 transculturalización que causan las Cruzadas, algunos Espíritus alertas advierten
                 el engaño. Pero son pocos y ya será tarde para detener a los Golen.
                        San Benito, que nació en el año 480, funda en el 530 el monasterio modelo
                 de Monte Cassino y redacta en el 534 su célebre Regla. Que recibió instrucción
                 de los “Angeles” de la Fraternidad Blanca no caben dudas porque su  Regula
                 Monachorum es una fiel reproducción de la  Regula Magistri Sapientiae. Al

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