Page 104 - El Misterio de Belicena Villca
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donan a San Pedro el Exarcado, Venecia, Istria, la mitad del Reino longobardo y
los ducados de Spoleto y Benevento.
Con Pipino el Breve se inaugura la dinastía carolingia, piedra fundamental
en la obra de la Fraternidad Blanca. De lo expuesto, se trasluce con claridad que
la corte y todos los resortes del Estado franco estaban copados por la Orden
benedictina: no será difícil imaginar, entonces, en qué clase de ambiente se
educarían sus nietos y familiares, y cuáles las creencias que se les inculcarían
sobre la antigua religión “pagana” de los germanos y sus Dioses ancestrales. En
vista de esto, habrá que reconocerle a Carlos el Magno el haber hecho todo lo
posible por convertirse en judeocristiano y cumplir con el plan de los Golen.
El fruto de los siglos de paciente y reservada labor obtenido en los
monasterios benedictinos pudo observarse en la corte carolingia, especialmente
en la denominada “Escuela Palatina”. A esta Escuela concurría personalmente el
Emperador con sus hijos e hijas, su guardia personal, y otros miembros de la
corte, a escuchar las lecciones que impartían los “sabios” benedictinos llegados,
en muchos casos, desde monasterios lejanos: de Italia vinieron a Aquisgrán
Pablo de Pisa, Paulino de Aquileya, Pablo Diácono de Pavía, etc.; de España
vino uno de los Señores de Tharsis con la misión de espiar la marcha de la
conspiración Golen, trayendo a su regreso desalentadoras noticias sobre la
magnitud y profundidad del movimiento enemigo: se llamaba Tiwulfo de Tharsis y
fue famoso por su libro escrito en la Escuela Palatina, titulado “De Spiritu
Sancto Bellipotens”. No obstante estas procedencias, la gran mayoría de los
maestros eran irlandeses y anglosajones, es decir Golen y secuaces de Golen.
Entre los últimos cabe mencionar al cerebro de la Escuela Palatina y de la
difusión general que a partir de ella se daría a la “cultura benedictina”: me refiero
a Alcuino de York, discípulo de la Escuela de San Beda, el Venerable, que se
incorpora a la Escuela Palatina en el 781 y dirige entre el 796 y el 804, fecha de
su muerte, la Escuela del monasterio de San Martín de Tours. Su Schola
Palatina es el foco del llamado “reconocimiento carolingio”, al que contribuyen
eficazmente sus obras, de inspiración clásica y neoplatónica, y basadas en
conceptos de Prisciano, Donato, Isidoro, Beda, Boecio, tales como De Ratione
Animae, o sus famosos manuales que rigieron durante siglos la educación
europea: Gramática, De Orthographia, De Rethorica, De Dialéctica, etc.
De la Escuela Palatina salen las ideas para la “Encíclica de litteris
colendis”, cuyas resoluciones aprobadas por Carlomagno tenían fuerza de ley y
ordenaban la creación, en todos los monasterios y catedrales, de Escuelas para
Sacerdotes y legos: en ellas se debería enseñar el Trivium, el Quadrivium, la
Filosofía y la Teología. El Trivium y el Quadrivium formaban las llamadas “Siete
artes liberales”: el Trivium contenía la Gramática o Filología, la Retórica y la
Dialéctica; y el Quadrivium, la Astronomía, Geometría, Aritmética y Música.
Desde luego que la enseñanza de tales materias estaba a cargo de los monjes
benedictinos, quienes se habían preparado para eso durante doscientos años y
eran los únicos que disponían de suficientes maestros y material clásico con que
cumplir la orden real, que ellos mismos habían inspirado. Y los benedictinos
Golen tenían bien claro cómo debían educar las mentes europeas para que en
los tiempos por venir se experimentase colectivamente la imperiosa necesidad
del Templo local: entonces el Colegio de Constructores Golen, que pronto se
pondría en marcha, levantaría Templos de Piedra nunca vistos, Catedrales
magníficas, Construcciones que en realidad serían máquinas de piedra de
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