Page 107 - El Misterio de Belicena Villca
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ese anhelo de los Golen en el Sínodo de Aquisgrán del año 817, en el que se
acuerda imponer la Regla benedictina a todos los monasterios de los dominios
francos, es decir, a lo que pronto sería el Imperio Romano Germano: parte de
España, Francia, Alemania, Dinamarca, Suecia, Frisia, Italia, etc.
Con la sanción de aquella ley imperial, el poder de la Orden quedó
consolidado lo suficiente como para que los Golen no pensaran en otra cosa, los
siguientes doscientos setenta años, que en llevar a la perfección el Colegio de
Constructores de Templos. En los doscientos años precedentes acumularon el
Conocimiento de las Ciencias; ahora pasarían a la práctica, formarían Gremios
de Constructores compuestos de logias de aprendices, compañeros y maestros
masones; y tales logias serían laicas, integradas por gente del pueblo, pero
dirigidas secretamente por la Orden, que va a ser quien posea el Plano y las
Claves del Templo. También haría falta disponer de una Clave Final, un Secreto
que permitiría a los Golen llevar su obra a la máxima perfección. Pero los Golen,
y por Ellos la Orden benedictina, contaban con la Palabra de la Fraternidad
Blanca de que tal Secreto les sería confiado cuando su misión europea estuviese
a punto de concluir. Aquel Secreto, aquella Clave de las claves, consistía en las
Tablas de la Ley de Jehová Satanás, las que el Dios Creador entregó a Moisés
en el monte Sinaí y que posibilitaron luego a Hiram, Rey de Tiro, construir el
Templo de Salomón, el Templo de los templos: en ellas estaba grabado,
mediante un Alfabeto Sagrado de veintidós signos, el Secreto de la Serpiente, es
decir, el Más Alto Conocimiento que le es permitido alcanzar al animal hombre,
las Palabras con las que el Dios Uno nombró a todas las cosas de la Creación:
Con esas Tablas en su poder, los Golen estarían en condiciones de levantar el
Templo de Salomón en Europa, cumpliendo así con los planes de la Fraternidad
Blanca y elevando al Pueblo Elegido al Trono del Mundo. Claro que antes de
llegar a tan maravillosas realizaciones la Orden benedictina tendría que resolver
varios problemas: además de poner en marcha el Colegio de Constructores de
Templos, habría que crear las condiciones para que los pueblos del Imperio
Romano apoyasen la existencia de una Orden Militar en el seno de la Iglesia
Católica. Tal Orden tendría una doble función: por una parte, custodiar, en el
momento que la Fraternidad Blanca decidiese entregarla a los Golen, las Tablas
de la Ley desde su actual ubicación en Jerusalén hasta Europa; y por otra parte
servir como fuerza militar de apoyo a la Constitución de la Sinarquía Financiera, o
Concentración del Poder Económico, que sería necesario establecer en Europa
como paso previo al Gobierno Mundial del Pueblo Elegido.
Decimoséptimo Día
Llevar a cabo la última parte de los planes de la Fraternidad Blanca
requería de una reforma en el sistema monacal benedictino: se necesitaba, sobre
todo, concentrar el Conocimiento de la Orden y controlar, desde ese centro, las
principales funciones culturales de Occidente. Y aquella reforma no se haría
esperar pues estaba prevista de antemano, vale decir, era una alternativa
estratégica de los Golen; en el mismo siglo IX, apenas muerto Carlomagno y
cuando su dinastía se apresta a trabarse en una lucha de facciones, por los
trozos del Imperio, que duraría cien años, ya comienza a perfilarse el cambio: en
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