Page 108 - El Misterio de Belicena Villca
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el año 814, Ludovico Pío, el Monje, brinda todo su apoyo a San Benito de Aniane
                 para que funde un monasterio en Aquisgrán, donde la Regla bendictina sería
                 aplicada con el máximo rigor. Tres años después aquel monje, que había sido
                 enviado a la corte carolingia por el  Papa bendictino León III, redacta y da a
                 conocer el  Capitulare Monacorum y el  Codex Regularum que daría
                 fundamentación inicial a la reforma de la Orden benedictina. Pero será en el siglo
                 X cuando el objetivo de concentrar el  Conocimiento de la  Orden se logre
                 concretar definitivamente con la ocupación del monasterio de Cluny. La demora
                 ha de achacarse a la compatibilidad  que tal objetivo debía guardar con la
                 seguridad del Secreto de la Orden: los Golen no podían arriesgar, a esa altura
                 de los hechos, un fracaso por imprevisión. Por eso la reforma de Cluny sólo se
                 emprende cuando se dispone de la seguridad de que no será interrumpida.
                        Con la elección del sajón Enrique I,  el Pajarero, como Rey Franco y
                 Emperador, en el año 919, entra en la Historia el extraordinario linaje de los
                 Otones y los Salios, una Sangre Pura  que llegaría a producir un Federico  II
                 Hohenstaufen en el siglo XIII, “el Emperador Hiperbóreo que se opuso con el
                 Poder del Espíritu a los más satánicos representantes del Pacto Cultural”.
                 En el siglo X, ese linaje poderoso se dedica con vigor a reorganizar el Reino, en
                 tanto el papado cae en el mayor desprestigio a causa de la digitación efectuada
                 por las familias de la nobleza romana, especialmente las Teodoras, Crescencios,
                 Túsculos, etc. La Orden benedictina, que ha decidido aprovechar el momento
                 para trabajar secretamente en la formación del Colegio de Constructores de
                 Templos, se asegura de entrada que nadie  interfiera en el funcionamiento de
                 Cluny: es que, justamente,  el lugar elegido para concentrar el Conocimiento
                 recayó en un monasterio francés por exclusivos motivos de seguridad. Una
                 sucesión de bulas papales emitidas durante los siglos X y XI acatadas al pie de la
                 letra por los duques de Aquitanía y Reyes de Borgoña establecieron la total
                 independencia de Cluny de cualquier otra autoridad fuera del Papa o sus abades:
                 ni los Reyes, ni los Dux o Condes, ni los Obispos regionales, podían intervenir en
                 los asuntos del monasterio.
                        ¿Ha escuchado hablar actualmente, Dr. Siegnagel, de ciertas bases
                 secretas que poseerían las Grandes Potencias, por ejemplo los soviéticos o los
                 norteamericanos, en las que se habría reunido un enorme número de científicos
                 de todas las especialidades, dotados de los más avanzados medios
                 instrumentales, para planificar en forma integral objetivos de largo alcance, y que
                 dependerían directamente del Presidente o de un Consejo Supremo y actuarían
                 independientemente de cualquier otra autoridad nacional fuera de sus propios
                 jefes o comandantes? Pues exactamente eso era Cluny en el Siglo X. Allí se
                 planificaba para una Europa futura, judeocristiana, unificada bajo las Catedrales y
                 el Templo de Salomón, controlada  por una Orden militar de la Iglesia,
                 administrada por una Sinarquía Financiera, y gobernada finalmente por el Pueblo
                 Elegido.
                        Es Formoso, el mismo Papa benedictino cuyo cadáver insepulto fue
                 arrojado al Tíber por el Papa Esteban VI, partidario de Lamberto de Espoleto, en
                 venganza por que aquél nombrase Emperador a Arnulfo, quien nombra a Bernón
                 para emprender la gran misión. Bernón era un monje benedictino de noble linaje
                 borgoñón, cuya influencia  sobre el duque Guillermo  I  de Aquitanía fue
                 aprovechada para convencer a éste sobre la conveniencia de fundar el
                 monasterio de Cluny. En el  año 910 el mismo Bernón  toma la dirección del

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