Page 110 - El Misterio de Belicena Villca
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del reino alemán. Los detalles de ese  plan se acuerdan entre el Rey Otón el
                 Grande y el Papa Golen Silvestre II, cuyo nombre era Gerberto de Reims. Y en
                 ese plan del año 1000, en el compromiso que asumía el Emperador de “luchar
                 contra los infieles”, especialmente contra los sarracenos de España, mediante
                 una “Milicia de Dios”, estaban claramente esbozados los conceptos de las
                 Cruzadas y de las Ordenes militares cien años antes de su realización.
                        Pero el éxito del plan respondía, en todo caso, de la sujeción del
                 Emperador frente a la autoridad del Papa, del dominio que la Iglesia pudiese
                 imponer sobre el temperamento naturalmente indómito de los soberanos
                 germanos. Sería allí donde se medirían nuevamente las fuerzas del Pacto
                 Cultural contra el Recuerdo inconsciente del Pacto  de Sangre. Para eso los
                 Golen sentarían en el Trono de San  Pedro a un reformador cluniacense de
                 fanatismo sin par, el monje Hildebrando, que pasará a la Historia como el Papa
                 Gregorio VII, el Papa que haría humillar al Emperador Enrique IV en Canossa
                 antes de levantarle la  excomunión, demostrando con ello “la superioridad del
                 poder espiritual sobre el poder temporal”, es decir, sosteniendo la antigua
                 falsificación de los Atlantes morenos y de los Sacerdotes del Pacto Cultural: para
                 la Sabiduría Hiperbórea del Pacto de Sangre, contrariamente, el Espíritu es
                 esencialmente guerrero y, por lo tanto, las castas nobles y guerreras son
                 espiritualmente superiores a las sacerdotales. Mas, con la debilidad de Enrique
                 IV, el daño estaba causado y le tocaría a sus descendientes luchar contra un
                 papado Golen erigido en director del Destino de Occidente.
                        Que los Golen no confiaron ni confiarían jamás en los Alemanes, aparte de
                 la radicación del Colegio de Constructores en Cluny, lo indica su actitud favorable
                 a los normandos como ejecutores preferidos de sus planes, seguidos de los
                 franceses. Aquellos, que no pertenecían como se supone a la familia de pueblos
                 germanos sino a una tribu céltica de escandinavia, étnicamente diferente de los
                 vikingos noruegos, suecos y daneses, se habían conquistado un Ducado en el
                 Norte de Francia, la Normandía, que fue  reconocido oficialmente por Carlos el
                 Simple en el año 911: por el tratado de paz pactado entonces en Saint Clair-Sur-
                 Epte, el Duque Rollón se bautizaba y aceptaba el cristianismo junto con su
                 pueblo, cuya evangelización definitiva se dejaba en manos de la Orden
                 benedictina. No tardaron, pues, en florecer los monasterios en la Normandía y en
                 quedar finalmente toda la nobleza normanda bajo las influencias de Cluny. Ciento
                 cincuenta años después se comprobaban los efectos de  la paciente labor de
                 adoctrinamiento y acondicionamiento cultural realizado por los benedictinos: los
                 normandos estaban preparados para constituirse en un brazo ejecutor de los
                 planes de la Fraternidad Blanca. El Papa Golen Nicolás II, aquel que instituye la
                 elección papal por parte de los Cardenales les entrega en feudo al Sur de Italia:
                 al Rey Roberto Guiscardo, la Apulia, Calabria y Sicilia; a  Ricardo de Anversa,
                 Capua; corre el año 1059. Siete años después, en 1066, el Duque de Normandía,
                 Guillermo el Conquistador, se apodera de Inglaterra con la colaboración, o
                 traición desembozada, de la Orden benedictina de la isla: gracias a él ingresan
                 nuevamente en Inglaterra los miembros del Pueblo Elegido, que habían sido
                 expulsados en el año 920 por el Rey Knut el Grande bajo el cargo de “enemigos
                 del Estado”. El Papa es entonces el benedictino Alejandro II, pero los cerebros
                 que dirigen la maniobra son los Golen Cluniacenses Hildebrando y Pedro
                 Damiano. Al sucederlo en el papado el  mismo Hildebrando, o Gregorio VII, en
                 1073, una franja impresionante que desciende desde Irlanda, abarca Inglaterra,

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