Page 105 - El Misterio de Belicena Villca
P. 105
tecnología Atlante morena y cuya función apuntaría a trasmutar la mente del
creyente y ajustarla al Arquetipo colectivo de la Raza hebrea, que es el mismo
que el de Jesús Cristo arquetípico.
Alcuino, que se hacía llamar “Flacco” en honor del poeta latino Horacio,
dirigía los círculos culturales benedictinos Golen que rodeaban al Emperador. En
tales cenáculos se respiraba un aire bíblico y judaico muy intenso: el propio
Carlomagno exigía ser llamado “David”, y su fiel consejero Eginardo, por ejemplo,
pedía se lo nombrase Beseleel, por el constructor del Tabernáculo en el Templo
de Jerusalén. Y en este especial microclima ambientado por los benedictinos
Golen, al Emperador y sus principales colaboradores de la nobleza franca, se les
iba lavando lentamente el cerebro y se los condicionaba para adoptar el “punto
de vista Golen” sobre el Orden del Mundo. Para preservar ese Orden, por
ejemplo, se debía erradicar el paganismo e imponer mundialmente el
judeocristianismo: eso era el Bien, lo que mandaba la ley de Dios y lo que
suscribía el representante de San Pedro. No importaba si para conseguir ese
Bien se debiesen destruir pueblos hermanos: Dios perdonaría a los suyos todo lo
hecho en Su Nombre. Los Golen condicionaban de este modo la mente del
Emperador porque necesitaban un nuevo Perseo, un “Héroe” que cumpliese la
sentencia de exterminio que pesaba sobre el pueblo de Sangre Pura de los
Sajones y les permitiese robar su Piedra de Venus.
Por lo menos el pueblo Perseo de los cartagineses que destruyera a
Tartessos mil años antes pertenecía a otra Raza. El crimen de Carlomagno y sus
francos es inestimablemente mayor, pues, no conforme con apoyar militarmente
la ofensiva lanzada por San Bonifacio contra la Sabiduría Hiperbórea de los
Sajones, emprendió él mismo la tarea de exterminar a la nobleza sajona,
hermana cercana de la sangre franca.
El de los Sajones fue uno de los últimos pueblos de Occidente que se
mantuvo ininterrumpidamente fiel al Pacto de Sangre y a los Dioses Liberadores:
según ellos creían, los Atlantes blancos les habían encomendado la misión de
proteger un Gran Secreto de la Raza Blanca, que cayera del cielo sobre
Alemania hacía miles de años, durante la Batalla de la Atlántida; aquel Secreto
estaba específicamente mencionado en el Mito de Navután, a quien los Sajones
llamaban Wothan, como “el anillo de la Llave Kâlachakra”, donde los Dioses
Traidores habían grabado el Signo del Origen: Freya Perdiz lo tuvo que soltar
antes de penetrar en el moribundo Navután y su caída, según la Sabiduría de los
Sajones, se produjo en Alemania; concretamente, había caído sobre las rocas del
Extersteine, una montaña que se encuentra en el centro del bosque Teutoburger
Wald. De acuerdo a lo que sostenían los Sajones, el anillo tocó las rocas en
coincidencia con el momento en que Navután resucitaba y adquiría la Sabiduría
de la Lengua de los Pájaros: esto produjo que el Signo del Origen se
descompusiese en las trece más tres Vrunas o Runas y que éstas se plasmasen
para siempre en las rocas del Extersteine; sobre una de ellas, la más prominente,
cualquiera que posea linaje espiritual podrá ver, por ejemplo, a la Vruna más
sagrada para los Atlantes blancos, la que representa al Gran Jefe Navután, es
decir, la Runa Odal. Pero los Sajones no sólo conocían, en esa fecha tardía del
siglo VIII D.J.C., las Vrunas de Navután, sino que habían logrado conservar, igual
que los Señores de Tharsis, su Piedra de Venus. En la cumbre del Extersteine se
erguía desde tiempo inmemorial la “Universalis Columna” Irminsul, un Pilar de
Madera que representaba el Arbol del Terror donde se había autocrucificado
105