Page 97 - El Misterio de Belicena Villca
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sociedad futura aceptase tal forma de gobierno: en esa empresa ocuparían el
                 esfuerzo de toda la casta sacerdotal de Occidente, figurando en primer término la
                 misión encomendada a los Golen. Cuando  la sociedad estuviese lista para el
                 Gobierno Mundial entonces se realizaría,  Mesías mediante, la reunificación del
                 Cristianismo con la Casa de Israel y se elevaría al Pueblo Elegido al Trono del
                 Mundo. Tales eran los planes de la Fraternidad Blanca y de los Sacerdotes del
                 Pacto Cultural. La transformación de la sociedad, que esos planes exigían, se
                 lograría principalmente por la unificación religiosa y la función fijadora del Culto
                 que ejerce todo Templo sobre las masas. Pero habría más: también se requería
                 la formación de un poder financiero  y militar que prestase apoyo, en su
                 oportunidad, a la constitución del Gobierno Mundial.
                        El Culto oficial de las sociedades europeas era el cristiano, así que los
                 Templos habrían de responder a los Ritos de la Iglesia. Claramente, se advierte
                 que el plan de los Dioses Traidores requiere la efectivización de dos condiciones:
                 la primera es que las masas tomen conciencia de la necesidad del Templo para
                 la eficacia del Ritual; y la segunda es que se disponga, en el momento en que
                 esta necesidad alcance su máxima expresión, de los hombres capaces de
                 satisfacerla mediante la construcción de  Templos en grandes  cantidades y
                 volúmenes. La primera condición se cumpliría por la constante y permanente
                 prédica misionera; la  segunda, con la fundación en Occidente, de un  Colegio
                 Secreto de Constructores de Templos: este Colegio, Dr. Siegnagel, fue
                 confiado a los Golen. Mas ello no ocurrió de entrada, pues se debía concretar el
                 plan de la Fraternidad Blanca comenzando por la primera condición: cuando en la
                 Iglesia estuvo preparado el lugar que iban a ocupar los Golen para  desarrollar su
                 Colegio de Constructores, en el siglo VI, recién entonces se los convocó  en
                 Irlanda para que hicieran su asombrosa reaparición continental.
                        La oportunidad que los Golen aprovechan para regresar a Europa es
                 producto del nacimiento, en el siglo  VI, del “monacato occidental”,
                 tradicionalmente atribuido a  San Benito de Nurcia.  Realmente, sólo la
                 ignorancia de los europeos pudo sostener semejante atribución durante mil
                 doscientos años; empero, pese a que  desde el siglo  XVIII se conoce en
                 Occidente con bastante precisión la historia de las religiones del Asia,
                 todavía hoy en día hay quienes sostienen tercamente esa patraña, entre
                 ellos, el dogma oficial de la Iglesia Católica: mas, para comprobar el
                 engaño, sólo hay que tomar un avión, viajar al Tíbet, y observar allí los
                 monasterios budistas de los siglos III y II A.J.C., es decir, ochocientos años
                 anteriores a San Benito, cuyas reglas internas y construcciones son
                 análogas a las benedictinas. La oración y el trabajo eran allí la Regla, tal como
                 en la fórmula  ora et lavora de San Benito; pero, lo  más importante, lo más
                 revelador de la comparación, resultará sin dudas el  descubrir que los monjes
                 tibetanos se dedicaban al oficio de copistas, es decir, de reproducir y perpetuar
                 antiguos documentos y libros, y a conservar y desarrollar el arte de la
                 construcción de Templos,  igual que los benedictinos. Y no hay que insistir,
                 porque es suficientemente conocido, que aquellos monasterios constituían
                 centros de difusión religiosa por la acción de los  monjes misioneros y
                 mendicantes que allí se preparaban y enviaban por toda el Asia.
                        A la luz de los conocimientos actuales, sin embargo, cualquier persona de
                 buena fe ha de admitir que la institución del monacato oriental data del siglo X
                 antes de Jesús, o sea, es por lo menos 1.400 años  anterior a la aparición del

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