Page 92 - El Misterio de Belicena Villca
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narbonense y la navarra, obligando a Roderico a concentrar todas sus fuerzas en
el Norte para sofocar el alzamiento: estas campañas causan la interrupción de los
suministros a Ceuta, que resulta rápidamente aplastada por los árabes. Al fin
parte hacia Africa aquella embajada de traidores: la integran los hijos de Vitiza,
Olmundo, Ardabasto y Akhila, y los hermanos del difunto Rey, Sisberto y el
Obispo de Sevilla, Oppa, a quienes acompaña el Gran Rabino de Sevilla, Isaak.
Increíblemente, el Conde Julián, que se ha puesto al servicio de Muza luego de
entregar la plaza, y llevado por una enemistad personal con Roderico, aconseja
al General árabe intervenir en España.
Muza les promete enviar ayuda para derrotar a Roderico. Los traidores
regresan y simulan pactar la paz con el Rey, que no desconfía. En 711 el general
bereber Tarik transporta en cuatro barcos un ejército compuesto de árabes y
bereberes, y desembarca en Gibraltar. Roderico, que aún combate a los vaskos
en el Norte, debe cruzar el país para cortar el paso de Tarik que se dirige a
Sevilla. La batalla tiene lugar a orillas del río Guadalete; en las filas de Roderico
están al mando de dos columnas los hermanos de Vitiza; al producirse el
encuentro los traidores Sisberto y el Obispo Oppa se pasan al bando de Tarik,
dejando al Rey Roderico en posición comprometida; y tras varios días de
combates, el ejército visigodo resulta completamente aniquilado por Tarik,
desconociéndose la suerte corrida por el último Rey visigodo. La “ayuda”
brindada por judíos y árabes a los partidarios de Vitiza no redundaría en el
beneficio de éstos puesto que al año siguiente el General Muza, al frente de un
ejército más numeroso, iniciaría la conquista de España; en pocos años toda la
península, salvo una pequeña región de Asturias, caería en su poder. España se
convertía así, en un Emirato dependiente del Califa de Damasco.
Aunque a medida que avanzó la Reconquista cristiana el dominio árabe
fue retrocediendo, la Bética permaneció ocupada durante más de quinientos
años. Para la Casa de Tharsis, la catástrofe visigoda no causó otro efecto más
que la pérdida inmediata del poder político: “los Condes de Turdes Valter”
volvieron a ser “los Señores de Tharsis”. Por lo demás, conservaron sus
propiedades aunque tuvieron que tributar fuertemente al Emir por su condición de
Cristianos. Los Señores de Tharsis, que ya tenían sobrada experiencia en
sobrevivir a situaciones semejantes, eran plenamente conscientes que por el
momento no existía en Europa una fuerza militar capaz de expulsar a los árabes
de España: el Emir Alhor, que gobernó entre los años 718 y 720, consigue
atravesar los Pirineos y tomar la ciudad de Narbona, atacando desde allí los
territorios francos; sólo el noble don Pelayo los resiste y logra mantener una
región bajo el dominio cristiano en las montañas de Cantabria y en los Pirineos:
de este núcleo surgiría el reino de Asturias, al que luego, en el siglo X, se
agregarían León y Castilla, y se formarían en el siglo IX Cataluña y Navarra y en
el siglo XI Aragón, por sucesivas reconquistas de territorios a los árabes. Pero en
el año 732 el Emir de Córdoba, Abd-el-Rahmán, se movía libremente por las
Galias y conquistaba Burdeos: sólo la decisión de Carlos Martel impediría la
conquista y destrucción del Reino franco; mas también quedaba en claro, ya en el
año 737, que a los Estados Cristianos les resultaba imposible atravesar los
Pirineos hacia España. Así pues, la suposición de los Señores de Tharsis era
muy realista, como también lo fue su Estrategia para afrontar la circunstancia.
Enseguida comprendieron que los árabes sólo respetaban dos cosas: la
Fuerza y la Sabiduría. Quien los resistía con valor suficiente como para despertar
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