Page 260 - El Misterio de Belicena Villca
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apuntada, lo que permitirá luego, comprender la estrategia secreta que los Dioses
                 Leales practican para contrarrestar el arma cultural de la Sinarquía.

                        Comenzaré a presentar la alegoría fijando la atención en un hombre, a
                 quien han tomado prisionero  y condenado, de manera inapelable, a reclusión
                 perpetua. El desconoce esta sentencia, así como cualquier información posterior
                 a su captura procedente  del mundo exterior, pues se ha decidido mantenerlo
                 indefinidamente incomunicado. Para ello ha sido encerrado en una torre
                 inaccesible la cual se halla rodeada de murallas, abismos y fosos, y donde resulta
                 aparentemente imposible todo intento  de fuga. Una guarnición de soldados
                 enemigos, a los cuales no es posible dirigirse sin recibir algún castigo, se
                 encargan de vigilar permanentemente la torre; son despiadados y crueles, pero
                 terriblemente eficientes y leales: ni pensar en comprarlos o engañarlos. En estas
                 condiciones no parecen existir muchas esperanzas de que el prisionero recobre
                 alguna vez la libertad. Y, sin embargo, la situación real es muy otra. Si bien hacia
                 afuera de la Torre la salida está cortada por murallas, fosos y soldados, desde
                 adentro es posible salir directamente al  exterior, sin tropezar con ningún
                 obstáculo. ¿Cómo? Por medio de una salida secreta cuyo acceso se encuentra
                 hábilmente disimulado en el piso de la celda. Naturalmente, el prisionero ignora la
                 existencia de este pasadizo como tampoco lo conocen sus carceleros.
                        Supongamos ahora que, sea porque se le ha convencido de que es
                 imposible escapar, sea porque desconoce su calidad de cautivo, o por cualquier
                 otro motivo, el prisionero no muestra predisposición para la fuga: no manifiesta ni
                 valor ni arrojo y, por supuesto, no busca  la salida secreta; simplemente se ha
                 resignado a su precaria situación. Indudablemente es su propia actitud negativa
                 el peor enemigo ya que, de mantener vivo el deseo de escapar, o aún, si
                 experimentase la  nostalgia por la libertad perdida, se revolvería en su celda
                 donde existe, al menos, una posibilidad en un millón de dar con la salida secreta
                 por casualidad. Pero no es así y el prisionero, en su confusión, ha adoptado una
                 conducta apacible que, a medida que transcurren los meses y los años, se torna
                 cada vez más pusilánime e idiota.
                        Habiéndose entregado a su suerte, sólo cabría esperar para el cautivo una
                 ayuda exterior, la cual sólo puede consistir en la revelación de la salida secreta.
                 Pero no es tan simple de exponer el problema ya que el prisionero no lo desea o
                 no sabe que puede huir, según he dicho. Se deben, pues, cumplir dos cosas: 1ro
                 lograr que asuma su condición de prisionero, de persona a quien han quitado la
                 libertad, y, en lo posible, que  recuerde los días dorados cuando no existían
                 celdas ni cadenas. Es necesario que tome conciencia de su miserable situación y
                 desee ardientemente salir, previamente a: 2do revelarle la existencia de la única
                 posibilidad de huir. Porque bastaría, ahora que el prisionero desea huir, sólo
                 con que sepa de la existencia de la salida secreta; a ésta la buscará y hallará
                 por sí mismo.
                        Planteado así, el problema parece muy  difícil de resolver: es necesario
                 despabilarlo, despertarlo de su letargo, orientarlo, y luego revelarle el secreto.
                 Por eso es hora ya de preguntarse: ¿hay alguien dispuesto a ayudar al miserable
                 prisionero? Y si lo hubiese ¿cómo se  las arreglaría para cumplir las dos
                 condiciones del problema?
                        Debo declarar que, afortunadamente,  hay otras personas que aman y
                 procuran ayudar al prisionero. Son aquellos que participan de su etnia y habitan

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