Page 262 - El Misterio de Belicena Villca
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pues se habían juramentado a no abandonar el intento mientras el prisionero no
                 estuviese nuevamente libre. Y el mensaje descendió de la  montaña, cruzó los
                 campos y los ríos, atravesó las murallas  e invadió hasta el último rincón de la
                 prisión. Los enemigos al principio se sorprendieron, pero, como ese lenguaje para
                 ellos no significaba nada, tomaron el musical sonido por el canto de algún ave
                 fabulosa y lejana, y al final acabaron por acostumbrarse a él y le olvidaron. Pero,
                 ¿qué decía el mensaje?
                        Constaba de dos partes. Primero los Kameraden cantaban una  canción
                 infantil. Era una canción que el prisionero había oído muchas veces durante
                 su niñez, allá, en la patria dorada, cuando estaban aún lejanos los días negros
                 de la guerra y el cautiverio perpetuo sólo podía ser una pesadilla imposible de
                 soñar. ¡Oh, qué dulces recuerdos evocaba aquella melodía!  ¿qué Espíritu, por
                 más dormido que estuviese, no despertaría, sintiéndose eternamente joven, al oír
                 nuevamente las canciones primordiales, aquellas que escuchara embelesado en
                 los días felices de la infancia, y que,  sin saber cómo, se transformaron en un
                 sueño antiguo y misterioso? Sí; el prisionero, por muy dormido que estuviese su
                 Espíritu, por más que el  olvido hubiese cerrado sus  sentidos, ¡acabaría por
                 despertar y recordar! Sentiría la nostalgia de la patria lejana, comprobaría su
                 situación humillante, y comprendería que sólo quien cuente con un valor infinito,
                 con una intrepidez sin límites, podría realizar la hazaña de la fuga.
                        Si tal fuera el sentir del prisionero, entonces la segunda parte del mensaje
                 le dará la clave para hallar la salida secreta.
                        Observe que he dicho la clave y no la salida secreta. Porque sucede que
                 mediante la clave el prisionero deberá buscar la salida secreta, tarea que no ha
                 de ser tan difícil considerando las reducidas dimensiones de la celda. Pero, luego
                 que la encuentre, habrá de completar su hazaña  descendiendo hasta
                 profundidades increíbles, atravesando corredores sumidos en tinieblas
                 impenetrables y  subiendo, finalmente, a cumbres remotas: tal el complicado
                 trayecto de la enigmática salida secreta. Sin embargo  ya está salvado, en el
                 mismo momento que inicia el regreso, y nada ni nadie logrará detenerlo.
                        Sólo nos falta, para completar el epílogo de la alegoría, decir una palabra
                 sobre la segunda parte del mensaje acústico, esa que tenía la clave del secreto.
                 Era también una canción. Una curiosa canción que narraba la historia de un amor
                 prohibido y sublime entre un Caballero y una Dama ya desposada. Consumido
                 por una pasión sin esperanza el Caballero había emprendido un largo y peligroso
                 viaje por países lejanos y desconocidos, durante el cual, se fue haciendo diestro
                 en el Arte de la Guerra. Al principio trató de olvidar a su amada, pero pasados
                 muchos años, y habiendo comprobado que el recuerdo se mantenía siempre vivo
                 en su corazón, comprendió que debería  vivir eternamente esclavo del amor
                 imposible. Entonces se hizo una promesa: no importarían las aventuras que
                 tuviese que correr en su largo camino,  ni las alegrías e infortunios que ellas
                 implicaran; interiormente él se mantendría fiel a su  amor sin esperanzas con
                 religiosa devoción, y ninguna circunstancia lograría apartarlo de su firme
                 determinación.
                        Y así terminaba la canción: recordando  que en algún lugar de la Tierra,
                 convertido ahora en un monje guerrero, marcha el Caballero valeroso, provisto de
                 poderosa espada y brioso corcel, pero llevando colgada del cuello una bolsa que
                 contiene la prueba de su drama, la clave de su secreto de amor: el Anillo de
                 Bodas que jamás será lucido por su Dama.

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