Page 28 - El Misterio de Belicena Villca
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Frya, su Divina Esposa, quien resolvió el problema: pudo expresar el Signo del
                 Origen mediante la danza.
                        Todos los movimientos de la danza proceden del movimiento de las aves,
                 de sus Arquetipos. El descubrimiento de Frya permitió a Navután comprender al
                 Signo del Origen con la Lengua de los Pájaros y expresarlo del mismo modo.
                 Mas no era ésta una lengua compuesta por sonidos sino por  movimientos
                 significativos que realizaban ciertas aves en conjunto, especialmente las aves
                 zancudas, como la garza o la grulla, y las aves gallináceas como la perdiz, el
                 pavo o el faisán: según Navután, para  comprender al Signo del Origen se
                 requerían exactamente “trece más tres Vrunas”, es decir, un alfabeto de dieciséis
                 signos denominados Vrunas o Varunas.
                        Gracias a Navután y Frya, los Atlantes blancos eran Arúspices (de  ave
                 spicere), vale decir, estaban dotados para comprender el Signo del Origen
                 observando el vuelo de las aves: la Lengua de los Pájaros representaba, para
                 ellos, una victoria racial del Espíritu contra las Potencias de la Materia.
                        Así se sintetizaría la Sabiduría de Navután:  quien comprendiese el
                 alfabeto de dieciséis Vrunas comprendería la Lengua de los Pájaros. Quien
                 comprendiese la Lengua de los Pájaros comprendería el Signo del Origen.
                 Quien comprendiese el Signo del Origen comprendería a la serpiente. Y
                 quien comprendiese a la serpiente, con el Signo del Origen, podría ser libre
                 en el Origen.
                          Es claro que los Atlantes blancos no confiaban en la perdurabilidad de la
                 Lengua de los Pájaros, la que, a pesar de todo, transmitían a sus descendientes
                 del Pacto de Sangre. Preveían que, de triunfar el Pacto Cultural de los Atlantes
                 morenos, la lengua sagrada pronto sería olvidada por lo hombres; en ese caso, la
                 única garantía de que al menos alguien individualmente consiguiese ver el Signo
                 del Origen, estaría constituida por la Piedra de Venus. Con gran acierto, basaron
                 en ella el éxito de la misión. Así, cuando los Atlantes blancos se despidieron de
                 mis Antepasados, Dr. Siegnagel, les sugirieron un modo adecuado para asegurar
                 el cumplimiento de la misión. Ante todo se debería respetar sin excepciones el
                 Pacto de Sangre y mantener, para ello, una Aristocracia de la Sangre Pura. De
                 esta Aristocracia, que comenzaba con los descendientes de los Atlantes blancos,
                 ya se habían seleccionado los primeros Reyes y las Guerreras Sabias que
                 custodiarían el Arado de Piedra y la Piedra  de Venus: en efecto, al principio
                 cada pueblo fue dividido exogámicamente en tres grupos, cada uno de los cuales
                 tenía el derecho de emplear los instrumentos líticos y aportaba, para su custodia
                 común, una Guerrera Sabia; ellas conservaban los instrumentos en el interior de
                 una gruta secreta y, cuando debían ser utilizados, los transportaban las tres en
                 conjunto; los tres grupos del pueblo, por supuesto, obedecían a un mismo Rey;
                 con el correr de los siglos, a causa de la derrota cultural que luego expondré, la
                 triple división del pueblo fue olvidada, aunque perduró por mucho tiempo la
                 costumbre de confiar la custodia de los instrumentos líticos a las “Tres Guerreras
                 Sabias” o Vrayas.
                        En consiguiente lugar, todos los Reyes y los Nobles de la Sangre serían
                 Iniciados en el Misterio de la Sangre Pura:  la Iniciación sería a los dieciséis
                 años, cuando se los enfrentaría con la Piedra de Venus  y se trataría de que
                 observasen en ella el Signo del Origen. Quien pudiese observarlo dispondría en
                 ese mismo momento de la Sabiduría suficiente como para concretar la
                 autoliberación del Espíritu y partir hacia el Origen. Mas, si el Guerrero Sabio era

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