Page 32 - El Misterio de Belicena Villca
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Empero, aunque invisible, frente a ella el Alma se sentía como ante la negrura
más impenetrable, un abismo infinito, y quedaba sumida en un terror
incontrolable: y eso se debía a que la Luz Increada del Espíritu transmitía al
Alma la intuición de la muerte eterna en la que ella, como toda cosa creada,
terminaría su existencia al final de un super “Gran Año” de manifestación
del Dios Creador, un “Mahamanvantara”.
De modo que la “blancura” de la Fraternidad a la que pertenecían los
Atlantes morenos no provenía del color de la piel de sus integrantes sino de la
“luz” de sus Almas: la Fraternidad Blanca no era racial sino religiosa. Sus filas se
nutrían sólo de Sacerdotes Iniciados, quienes ocupaban siempre un “justo lugar”
de acuerdo a su devoción y obediencia a los Dioses. La sangre de los vivos tenía
para ellos un valor relativo: si con su pureza se mantenía cohesionado al pueblo
nativo aliado entonces habría que conservarla, mas, si la protección del Culto
requería del mestizaje con otro pueblo, podría degradarse sin problemas. El Culto
sería el eje de la existencia del pueblo nativo y todo le estaría subordinado en
importancia; todo, al fin, debía ser sacrificado por el Culto: en primer lugar la
Sangre Pura de los pueblos aliados a los Atlantes blancos. Era parte de la misión,
una obligación del Pacto Cultural: la Sangre Pura derramada alegraba a los
Dioses y Ellos reclamaban su ofrenda. Por eso los Sacerdotes Iniciados debían
ser Sacrificadores de la Sangre Pura, debían exterminar a los Guerreros Sabios o
destruir su herencia genética, debían neutralizar el Pacto de Sangre.
Hasta aquí he descripto las principales características de los dos Pactos.
No pude evitar el empleo de conceptos oscuros o poco habituales pero tendrá
que comprender, estimado Dr., que carezco del tiempo necesario para entrar en
mayores detalles. Sin embargo, antes de continuar con la historia de mi pueblo y
mi familia, haré un comentario sobre las consecuencias que las alianzas con los
Atlantes trajeron a los pueblos nativos.
Si en algo descollaron en la Historia las castas sacerdotales formadas por
los Atlantes morenos, aparte de su fanatismo y crueldad, fue en el arte del
engaño. Hicieron, literalmente, cualquier sacrificio si éste contribuía a la
preservación del Culto: el cumplimiento de la misión, ese Alto Propósito que
satisfacía la Voluntad de los Dioses, justificaba todos los medios empleados y los
convirtió en maestros del engaño. Y entonces no debe extrañar que muchas
veces simulasen ser Reyes, o se escudasen detrás de Reyes y Nobles, si ello
favorecía sus planes; pero esto no puede confundir a nadie: Reyes, Nobles o
Señores, si sus actos apuntaban a mantener un Culto, si profesaban devota
sumisión a los Dioses de la Materia, si derramaban la Sangre Pura o procuraban
degradarla, si perseguían a los Sabios o afirmaban la herejía de la Sabiduría,
indudablemente se trataba de Sacerdotes camouflados, aunque sus funciones
sociales aparentasen lo contrario. El Principio para establecer la filiación de
un pueblo aliado de los Atlantes consiste en la oposición entre el Culto y la
Sabiduría: el sostenimiento de un Culto a las Potencias de la Materia, a Dioses
que se sitúan por arriba del hombre y aprueban su miserable existencia terrenal,
a Dioses Creadores o Determinadores del Destino del hombre, coloca
automáticamente a sus cultores en el marco del Pacto Cultural, estén o no los
Sacerdotes a la vista.
Opuestamente, los Dioses de los Atlantes blancos no requerían ni Culto ni
Sacerdotes: hablaban directamente en la Sangre Pura de los Guerreros, y éstos,
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