Page 29 - El Misterio de Belicena Villca
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un Rey, o un Héroe que deseaba posponer  su propia libertad espiritual en
                 procura de la liberación de la Raza, dos  serían los pasos a seguir. El primero
                 consistía en cumplir la orden de los Dioses Liberadores y  “comprender a la
                 serpiente con el Signo del Origen”, comunicando luego la Sabiduría lograda a los
                 restantes Iniciados. Una vez visto el  Signo del Origen, el segundo paso del
                 Iniciado exigía no apartar la atención de la Piedra de Venus porque en ella, sobre
                 su concavidad, algún día se vería  la Señal Lítica de K'Taagar, esto es, una
                 imagen que señalaría el camino hacia la Ciudad de los Dioses Liberadores.
                        Este principio daría lugar a una secreta institución entre los iberos, de la
                 cual hablaré mucho posteriormente, la de los  Noyos y las  Vrayas, cuerpo de
                 Iniciados consagrados a custodiar en todo tiempo y lugar a la Piedra de Venus y
                 aguardar la manifestación del Símbolo del Origen.
                        Así fue como a los descendientes o aliados de los Atlantes blancos, que
                 ejecutaban el primer paso en la comprensión de la serpiente, y la representaban
                 ora con la forma real del reptil, ora abstractamente con la forma de la espiral, se
                 los tomó universalmente  por adoradores de los ofidios. Tal confusión fue
                 empleada malignamente para adjudicar a los Guerreros Sabios toda suerte de
                 actos e intenciones tenebrosas; con ese propósito el Enemigo asoció la serpiente
                 a las ideas que más temor o repugnancia causaban en los pueblos ignorantes de
                 la Tierra: la noche, la luna, las fuerzas demoníacas, todo lo que es reptante o
                 subterráneo, lo oculto, etc. De ese modo, mediante una vulgarización calumniosa
                 y malintencionada de sus actos, ya que  nadie salvo los Iniciados conocían la
                 existencia de la Piedra de Venus y del Signo del Origen, se consiguió culpar a los
                 Guerreros Sabios de Magia Negra, es decir, de las artes mágicas más groseras,
                 aquellas que se practican con el concurso de las pasiones del cuerpo y del Alma:
                 ¡Curiosa paradoja! ¡Los Iniciados en el Misterio de la Sangre Pura acusados de
                 Magia Negra y humanidad! ¡justamente Ellos que, por comprender a la serpiente,
                 símbolo total del conocimiento humano, estaban fuera de lo humano!


                 Tercer Día



                        El Pacto Cultural sobre el que los Atlantes morenos basaban sus alianzas,
                 por su parte, era esencialmente diferente del Pacto de Sangre. Aquel acuerdo se
                 fundaba en el sostén perpetuo de un Culto. Más claramente, el fundamento de la
                 alianza consistía en la fidelidad indeclinable a un Culto revelado por los Atlantes
                 morenos; el Culto exigía la adoración incondicional de los miembros del pueblo
                 nativo a un Dios y el cumplimiento de Su Voluntad, la que se manifestaría a
                 través de  sus representantes, la casta sacerdotal formada e instruida por los
                 Atlantes morenos. No debe interpretarse con esto que los Atlantes morenos
                 iniciaban a los pueblos nativos en  el Culto de su propio Dios pues  Ellos
                 afirmaban ser la expresión terrestre de Dios, que era el Dios Creador del
                 Universo; ellos, decían, eran consubstanciales con Dios y tenían un alto propósito
                 que cumplir sobre la Tierra, además de destruir la obra de los Atlantes blancos:
                 su propia misión consistía en levantar una gran civilización de la cual saldría, al
                 Final de los Tiempos, un Pueblo elegido  de Dios, también consubstancial con
                 Este, al cual le sería dado reinar sobre  todos los pueblos de la Tierra; ciertos
                 Angeles, a quienes los malditos Atlantes blancos denominaban “Dioses Traidores

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