Page 33 - El Misterio de Belicena Villca
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justamente por escuchar Sus Voces, se tornaban Sabios. Ellos no habían venido
para conformar al hombre en su despreciable condición de esclavo en la Tierra
sino para incitar al Espíritu humano a la rebelión contra el Dios Creador de la
prisión material y a recuperar la libertad absoluta en el Origen, más allá de las
estrellas. Aquí sería siempre un siervo de la carne, un condenado al dolor y al
sufrimiento de la vida; allí sería el Dios que antes había sido, tan poderoso como
Todos. Y, desde luego, no habría paz para el Espíritu mientras no concretase el
Regreso al Origen, en tanto no reconquistase la libertad original; el Espíritu era
extranjero en la Tierra y prisionero de la Tierra: salvo aquél que estuviese
dormido, confundido en un extravío extremo, hechizado por la ilusión del Gran
Engaño, en la Tierra el Espíritu sólo podría manifestarse perpetuamente en
guerra contra las Potencias de la Materia que lo retenían prisionero. Sí; la paz
estaba en el Origen: aquí sólo podría haber guerra para el Espíritu despierto, es
decir, para el Espíritu Sabio; y la Sabiduría sólo podría ser opuesta a todo Culto
que obligase al hombre a ponerse de rodillas frente a un Dios.
Los Dioses Liberadores jamás hablaban de paz sino de Guerra y
Estrategia: y entonces la Estrategia consistía en mantenerse en estado de alerta
y conservar el sitio acordado con los Atlantes blancos, hasta el día en que el
teatro de operaciones de la Guerra Esencial se trasladase nuevamente a la
Tierra. Y ésto no era la paz sino la preparación para la guerra. Pero cumplir con
la misión, con el Pacto de Sangre, mantener al pueblo en estado de alerta, exigía
cierta técnica, un modo de vida especial que les permitiese vivir como extranjeros
en la Tierra. Los Atlantes blancos habían transferido a los pueblos nativos un
modo de vida semejante, muchas de cuyas pautas serían actualmente
incomprensibles. Empero, trataré de exponer los principios más evidentes en que
se basaba para conseguir los objetivos propuestos: sencillamente, se trataba de
tres conceptos, el principio de la Ocupación, el principio del Cerco, y el principio
de la Muralla; tres conceptos complementados por aquel legado de la Sabiduría
Atlante que eran la Agricultura y la Ganadería.
En primer lugar, los pueblos aliados de los Atlantes blancos no deberían
olvidar nunca el principio de la Ocupación del territorio y tendrían que prescindir
definitivamente del principio de la propiedad de la tierra, sustentado por los
partidarios de los Atlantes morenos. Con otras palabras, la tierra habitada era
tierra ocupada no tierra propia; ¿ocupada a quién? al Enemigo, a las Potencias
de la Materia. La convicción de esta distinción principal bastaría para mantener el
estado de alerta porque el pueblo ocupante era así consciente de que el Enemigo
intentaría recuperar el territorio por cualquier medio: bajo la forma de los pueblos
nativos aliados a los Atlantes morenos, como otro pueblo invasor o como
adversidad de las Fuerzas de la naturaleza. Creer en la propiedad de la tierra, por
el contrario, significaba bajar la guardia frente al Enemigo, perder el estado de
alerta y sucumbir ante Su Poder de Ilusión.
Comprendido y aceptado el principio de Ocupación, los pueblos nativos
debían proceder, en segundo término, a cercar el territorio ocupado o, por lo
menos, a señalar su área. ¿Por qué? porque el principio del Cerco permitía
separar el territorio ocupado del territorio enemigo: fuera del área ocupada y
cercada se extendía el territorio del Enemigo. Recién entonces, cuando se
disponía de un área ocupada y cercada, se podía sembrar y hacer producir a la
tierra.
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