Page 338 - El Misterio de Belicena Villca
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suficiente comprobaron que se hallaban frente a la entrada de una caverna, o a la
imagen de ella. Saltaron audazmente del árbol, sin saber aún si podían hacer pie
en el misterioso mundo al que entraban por la “Puerta del Cielo”, y se hallaron en
un suelo claramente rocoso. Algunos se volvieron para mirar y vieron al árbol que
se perdía en insondables alturas; y también el borde de un abismo, a pocos
codos de donde estaban parados, por el cual se distinguía, a muchos pies de
distancia: el techo de la torrecilla de donde emergía el gigantesco tronco; el
Zigurat; los hombres del pueblo reunidos en torno; y el perímetro amurallado de
la ciudad de Borsippa. Contrastando con la intensa luz exterior, adonde todavía
seguía siendo medio día, una suave penumbra reinaba en aquel sitio. Sin
embargo había suficiente luz como para distinguir los detalles de la siniestra
caverna: se veían siete escalones de piedra y, a partir del último, un pasadizo
que se perdía en la distancia. Pero sobre la entrada, siguiendo la curva de su
arco, estaban clavados siete estandartes triangulares. Cada uno llevaba escrita
una misma leyenda, en otras tantas lenguas diferentes. En su propio idioma
kassita pudieron leer:
No oséis poner los pies en este umbral
si antes no habéis muerto a las pasiones
y a las tentaciones del Mundo.
Aquí sólo se llega para renacer
como Iniciados en la Fraternidad Blanca,
pero para obtener tal privilegio
es necesario morir primero.
¡Adeptos: si aún estáis vivos,
si la llama del deseo primordial
aún arde en vuestros corazones,
si conserváis el recuerdo
y alimentáis el propósito,
entonces huid, mientras estéis a tiempo!
Evidentemente se trataba de una maniobra estratégica. La leyenda,
aparentemente destinada a presuntos adeptos a la iniciación, tenía por objetivo
desconcertar y provocar la duda a los intrusos. Sin embargo, lejos de lograr estos
fines, el mensaje arrancó instantáneas carcajadas en los guerreros Kassitas.
Por el árbol espino venían ya trepando Nimrod y Ninurta seguidos por otra
escuadra de arqueros. Pronto estuvieron reunidos y como nada ocurría se
dispusieron a ingresar en la infernal caverna.
–¡Isa, Isa! –comenzó a llamar a gritos el Rey Nimrod, alarmado por la
ausencia de la Iniciada a quien nadie había vuelto a ver desde que el Dragón se
elevara hasta el Cielo. En ese momento alguien notó que los estandartes habían
borrado su tentador mensaje y se reescribían solos, persistiendo en aquella
táctica de dirigirse a los guerreros con palabras engañosamente espirituales:
–Viajeros Kassitas,
en este lugar sólo hallará la locura
quien no posea un Corazón justo
y un Alma dulce y devota
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