Page 445 - El Misterio de Belicena Villca
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Me entregó el sobre que recibí agradecido pues, admitía, me sería de gran
                 ayuda para identificarme.
                        –Abre tu mano derecha y pon la palma hacia arriba –dijo Mamá con aire
                 entre misterioso y cómplice.
                        Hice lo que me pedía y abrió su puño izquierdo, que había tenido todo el
                 tiempo cerrado. Cayó algo en mi mano  que en un primer momento no pude
                 distinguir. Era un objeto brillante y mientras lo examinaba escuchaba asombrado:
                        –Esto es lo que te dio Kurt la noche de 1947. Lo tomé mientras dormías
                 por temor a que lo perdieras jugando y lo conservé en mi joyero. Con el paso de
                 los años se hizo complicado entregártelo, porque habrías exigido explicaciones
                 que no podríamos haberte dado. El quiso en ese momento hacerte un obsequio,
                 pero nada había traído pues ignoraba que tuviese un sobrino. Permanecía soltero
                 y cuando te vio, se conmovió y dijo que,  al no tener hijos, serías tú, su único
                 sobrino, quien debía conservarla.
                        Yo miraba atónito la Cruz de Hierro con Esvástica y Hojas de Roble que
                 tenía en mis manos y me preguntaba cómo un Oficial que jamás combatió pudo
                 obtener la más alta condecoración que daba Alemania para premiar actos de
                 heroísmo y valor.
                        –Hasta pronto madre –saludé por la ventanilla del coche–. No te
                 preocupes, que seré prudente. Saluda nuevamente a Papá y a Katalina. Chau.
                 Chau.
                        Arranqué y unos minutos después estaba en la ruta.


                 Capítulo IX


                        Me detuve en la Estación de Servicio de Cerrillos a cargar combustible y
                 aproveché para mirar nuevamente la tarjeta con la dirección de tío Kurt. Era
                 increíble que estuviese tan cerca y en  buenas condiciones un familiar a quien
                 tenía por fallecido 35 años atrás. Leí nuevamente:

                                      Sr. Cerino Sanguedolce
                                      Calle Fray Mamerto Esquiú 95
                                      Santa María - Provincia de Catamarca

                        –¿Sr.? –me interrumpió el despachante.
                        –Llene el tanque con nafta especial, por favor; ¡Ah! revísele el aceite... –
                 dije.
                        Mi brusca partida no permitió que Mamá diera suficiente información sobre
                 tío Kurt. Ahora empezaban a surgir los interrogantes pues no sabía si se había
                 casado, si tenía hijos y nietos, a qué se dedicaba...
                        –Bah –pensé– debo concentrarme en el viaje y tener fe. Todo lo sabré en
                 unas pocas horas.
                        –Treinta litros de nafta y dos de aceite señor.
                        –Tome, cóbrese –le alargué un billete– ¿tiene un mapa de Rutas de la
                 Provincia de Catamarca?
                        –Sí señor.


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