Page 446 - El Misterio de Belicena Villca
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Fue a la cabina y retornó rápidamente trayendo un plano desplegable, en
colores, con profusa información turística.
–Son mil más.
Le pagué y arranqué el motor para quitar el coche del surtidor, pero
estacioné veinte metros más adelante y me puse a examinar el mapa.
Ir a Santa María desde Salta, no reviste ningún problema sino que, por el
contrario, tiene la ventaja de incluir uno de los circuitos turísticos más bonitos del
Noroeste Argentino. Es el trayecto desde Salta hasta Cafayate “la hermosa”,
como denominan popularmente a esta ciudad famosa en todo el mundo por sus
exquisitos vinos, situada en el corazón de los valles calchaquíes.
Con un camino recientemente asfaltado, la Ruta provincial Nº 68, que
facilita el viaje y permite gozar de unos paisajes únicos por sus cerros
multicolores, estos doscientos kilómetros se recorren rápidamente. Los
inconvenientes recién aparecen al salir de Cafayate, al cruzar el arroyo “de las
Conchas” y abandonar la Provincia de Salta. Se penetra entonces en la Provincia
de Tucumán, pero sólo por unos 40 km. ya que ésta presenta allí una pequeña
cuña, que se incrusta en la Provincia de Catamarca. Luego de recorrido este
corto trayecto, se accede a Catamarca en un punto que dista 80 km. de Santa
María.
Al atravesar el mencionado arroyo, vadeándolo pues no hay puente, tiene
el viajero la impresión de haber entrado en otro Mundo.
Fuera de la artificial fisonomía de rasgos civilizados que presenta el valle
en Salta, aquí se está en un ámbito realmente autóctono. Los caminos son de
tierra, descuidados a medida que se avanza hacia el Sur, y menudean los
pueblos con casas de adobe habitadas por criollos mestizos, más cerca del indio
que del blanco.
La pobreza se hace patente al entrar a Catamarca, una provincia
injustamente olvidada por el resto del país y abandonada por sus propios hijos
que, año tras año, emprenden el éxodo inevitable del que busca superar la
miseria y progresar materialmente.
La belleza del paisaje no mengua en Catamarca, por el contrario, se hace
agreste y primitiva, dotando de excelentes atractivos visuales al sinuoso camino,
que avanza bordeando a las Sierras de Quilmes. Este nombre viene de los indios
Quilmes, una de las tribus de la Feroz Raza Diaguita, los que al fin de las
Guerras Calchaquíes, que duraron 35 años en el siglo XVII, fueron llevados en
número de 300 familias al destierro de Buenos Aires y dieron lugar a la población
del mismo nombre.
Entre las Sierras Quilmes y del Cajón al Oeste y las Cumbres Calchaquíes
y Nevados del Aconquija por el Este, se abre el fértil valle Yocavil, regado
longitudinalmente por el Río Santa María, asiento de la ciudad de Santa María de
la Candelaria.
Yo conocía Santa María por haber ido en viaje de estudios a varios
yacimientos arqueológicos de los valles Yocavil y Calchaquí para investigar la
Cultura Diaguita y, repetir el viaje, no me desagradaba. Naturalmente, el
internarme en la región de Valles y Quebradas, me hacía dificultoso cruzar a Tafí
del Valle, en Tucumán, plena región de los Bosques Occidentales y separada de
Catamarca por las inhóspitas Cumbres Calchaquíes y Nevados del Aconquija.
Pero, afortunadamente, desde Santa María existe un camino que sube hacia el
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