Page 570 - El Misterio de Belicena Villca
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inimitable, y tal vez lo sea en Occidente, nada podríais hacer contra una pareja
de perros daivas. Desde luego, hablo de los Iniciados en general. Porque vos,
Dulce Peregrino, sois distinto a todos, poseéis el antiguo Tao, la quietud activa
de Shiva meditando: ¡Vos podéis dominar a los perros daivas con la mente
porque Vuestro Espíritu está más allá de Kula y Akula!
Imagínate, neffe Arturo, ocho varas con un trisula o tridente en cada
extremo, es decir, ocho varas y dieciséis tridentes, dispuestas paralelamente una
junto a otra y separadas por pequeñas distancias. Imagínate luego otro conjunto
igual, pero con las varas ordenadas perpendicularmente a las anteriores. Aplica
finalmente un conjunto sobre otro para formar una rejilla, y obtendrás la forma
básica del Yantra que me enseñó el Guru Visaraga: una reja cuadrangular con
ocho tridentes de lado y cuarenta y nueve cuadrados interiores.
Después de la explicación referida, el Guru, siempre acompañado por la
pareja de sadhakas y los feroces canes, me condujo a una estancia iluminada por
cientos de velas y cuyo piso no estaba pavimentado en modo alguno. De una de
las múltiples repisas cubiertas de velas, tomó unas bolsas llenas de fina arenilla
de colores varios y, con singular maestría, las fue derramando en el suelo hasta
formar el Kilkor descripto.
Me preguntó si sería capaz de recordarlo. Asentí con un gesto y entonces
dijo:
–Hijo de Shiva: no os sorprendáis porque conozcamos vuestros secretos,
porque sepamos sobre vos más de lo que vos mismo aprehendéis. Vos procedéis
de un país lejano, muchísimo más distante que el Assam Kâmarupa que a
nosotros nos parece muy apartado, pero tenéis bastante en común con los
kâulikas: sois de nuestra misma Raza y varna, sois un Kshatriya; lucháis en
nuestro mismo bando contra idéntico Enemigo; estáis Iniciado en la misma
antigua Sabiduría de Shiva, el Señor de la Guerra y la Destrucción de Maya, la
Sabiduría que fundamenta el Tantra Kâula. Y, para nosotros, que somos
Iniciados en el Tantra Kâula, vos sois un Tulku de Shiva, como os llamé hace un
momento. ¿Sabéis qué es un Tulku?
–Creo que sí: –respondí sin demasiada convicción– la reencarnación de un
Dios.
–¡No! –negó con firmeza el Guru Visaraga, aunque sonreía
compasivamente–. Debéis decir, en todo caso: una de las reencarnaciones
simultáneas de un Dios. De acuerdo con la Doctrina tántrica, cuando un Dios,
en determinada Epoca, decide revelarse a los hombres, puede hacerlo, y
generalmente lo hace, en una multitud de manifestaciones físicas: el Dios posee
entonces una pluralidad de cuerpos, existe como hombre simultáneamente en
distintos lugares y circunstancias. Esos hombres, como vos, expresan las
señales del Dios pero a veces ignoran que son Tulkus.
Hay, pues, varios Tulkus al mismo tiempo. Nuestro Tíbet, siempre fue rico
en Tulkus debido a la espiritualidad elevada de los arios y de otras Razas que
dominaban igualmente la antigua Sabiduría; nosotros somos quizás los únicos
Iniciados en el Mundo que sabemos leer las señales de los Tulkus. Pero ahora, al
final de la Era de Kâly, los Dioses se han trasladado a los países de la región que
vos provenís y a otros que se hallan tras los océanos tenebrosos. Vuestra patria,
Alemania, donde se han reunido hoy en día los descendientes más fuertes del
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