Page 574 - El Misterio de Belicena Villca
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naufragábamos antes) sería en los 30º de lat. N. y 95º de long. E. donde el río
                 “Hijo de Brahma” tuerce violentamente su curso rumbo al Sur y se dirige a los
                 valles de Bengala. Con semejante procedimiento táctico recuperaríamos parte del
                 tiempo que nos aventajaba la expedición de Ernst Schaeffer.
                        Según la información que disponía Von Grossen, Schaeffer y sus hombres
                 circulaban por el camino YungLam, el cual terminaba su recorrido de 2.000 km.
                 en China y sólo se permitía su uso al  correo o a los funcionarios oficiales del
                 Tíbet; los comerciantes, en cambio, utilizaban el camino Chang-Lam. Pero la
                 operación de Schaeffer, avalada por el Dalai Lama, era casi una misión oficial.
                 Sin embargo, el tránsito por aquella senda no sería fácil pues, antes de llegar al
                 lago Kyaring, asiento del Cancel de  Shambalá, se debían salvar decenas de
                 obstáculos; para que te formes una idea, neffe Arturo, de lo accidentadas que
                 eran aquellas vías de comunicación, te diré que en sólo 600 km. de su trayecto,
                 desde Lhasa a Chamdo, el camino  Chang-Lam franqueaba más de cuarenta
                 cordilleras, por pasos que se elevaban entre 3.000 y 5.500 mts.; y eso sin contar
                 los innumerables torrentes y ríos, a  menudo carentes de puente, que corrían
                 briosamente por los valles intermedios.
                        En Chamdo, la caravana de Schaeffer  se apartaría del camino oficial y
                 tomaría una senda de lamas peregrinos, abierta paralelamente a la orilla derecha
                 del río Mekong, que transportaría a los viajeros directamente al lago Kyaring. Una
                 vez allí se dirigirían hacia el Monasterio, o  Gompa, de los lamas del Bonete
                 Kurkuma, de la tribu duskha, Guardianes del Cancel de Shambalá. Ese
                 Monasterio, conocido desde la Antigüedad como “Ashram Jafran” y que nosotros
                 incendiamos, se hallaba tras la muralla de la ciudad de los duskhas, un pueblo de
                 Raza tibetana famoso por la variedad de azafrán, o kurkuma, que cultivaban, del
                 cual extraían una droga narcótica de uso Ritual y una tintura con la que teñían los
                 bonetes o tiaras de sus lamas. Si todo  salía bien, vale decir, luego que éstos
                 hubiesen aceptado la Víctima Necesaria y  abierto el Cancel, la expedición
                 proseguiría viaje hasta las inmediaciones del lago Kuku-Noor, donde existe uno
                 de los extremos meridionales de la Gran Muralla China y también, o justamente
                 por eso, una de las Puertas de Chang Shambalá. Nuestra estrategia, por
                 supuesto, exigía que diésemos alcance a Ernst Schaeffer antes de su arribo al
                 Ashram Jafran pues, de lo contrario,  habríamos perdido irremediablemente a
                 Oskar Feil.

                        De todos modos, la operación que íbamos a realizar había sido estudiada
                 minuciosamente por Von Grossen y Schmidt, y, aunque la ansiedad por socorrer
                 a Oskar me colmaba de impaciencia, no tenía otra alternativa más que confiar en
                 que ellos estuviesen en lo cierto. Así,  mientras la expedición de Schaeffer se
                 encaminaba hacia las mesetas escalonadas del Este del Tíbet, cruzadas por
                 decenas de cordilleras que se extendían de  Norte a Sur y otros tantos valles
                 eslabonados, nosotros avanzábamos a velocidad máxima por la llanura del valle
                 de Gangri rumbo al Norte, procurando llegar lo antes posible al río Yaru-Zang-Bo
                 o Alto Brahmaputra. Por ese río sólo  navegaríamos cuatrocientos kilómetros
                 pero, de acuerdo a la apreciación de Von Grossen, en  cuatro o cinco días
                 recorreríamos una distancia que, por tierra, por el camino Yung-Lam, exigía un
                 tiempo cinco veces mayor.
                        En un punto prefijado de la costa  nos aguardaban dos balsas de firme
                 construcción, aptas para transportar cada una a 10 personas y una tonelada de

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