Page 645 - El Misterio de Belicena Villca
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Shanghai, aunque suficiente para exigir la presencia de un Cónsul; la Embajada
se encontraba en Nanking. Naturalmente, la presencia japonesa en Shanghai, y
su desconfianza hacia las potencias imperialistas cartaginesas que habían
operado en la región, abría promisorias expectativas a Alemania de obtener un
mayor reparto del botín.
Los rickshaw atravesaron a la carrera la cerca enrejada, cruzaron un bien
cuidado jardín, y se detuvieron frente al portal de una mansión de estilo renano.
Un sargento de la Kriegmarine se aproximó a nosotros mientras descendíamos.
–¡Heil Hitler! –saludó Von Grossen–. Soy el Standartenführer Karl Von
Grossen en misión especial, Sargento. Tenemos que ver urgentemente al
Cónsul.
–Sí, Señor –aceptó el marino–. Haga el favor de entregarme sus papeles y
enseguida será atendido.
–¡No tenemos papeles, Sargento! Aquí tiene una lista con los nombres y el
grado militar de estos Caballeros que me acompañan y el mío. Todos somos
oficiales
El previsor Von Grossen había redactado una nota para el Cónsul,
anticipándose a un posible bloqueo burocrático. Decía así:
Señor Cónsul del Tercer Reich,
Shanghai,
Nos presentamos ante Usted, y solicitamos ser repatriados
inmediatamente a Alemania, los Standartenführer Karl Von Grossen,
Sturmbannführer Kurt Von Sübermann, Hauptsturmführer Oskar Feil, y los
hombres procedentes de Bután, el gurka Bangi y el lopa Srivirya, todos
integrantes de la Operación “Clave Primera”, Ultraconfidencial, código A I
R.S.H.A., autorizada: Hitler, Himmler, Heydrich.
Saludamos a Ud. atentamente
Firma: Karl Von Grossen
Comandante de la Operación Clave Primera.
–Aguarde un momento Señor –solicitó el marino, y penetró con presteza
en el edificio. Afuera quedaba aún otro guardia.
Parece que está todo bien –dijo el Verde–. Yo me retiraré ya mismo, pero
todavía estaré un día en Shanghai. Podéis buscarme en el puerto si surge algún
problema y, por si he partido, os dejaré el nombre de un contacto al que advertiré
que vosotros os encontráis bajo la protección de la Banda Verde. Recordad que
nosotros siempre os podremos sacar de China.
Afortunadamente no fue necesario recurrir nuevamente a la Sociedad
Secreta del hampa chino. Mientras aguardábamos al Sargento, Von Grossen
interrogó al marinero. Este le informó que el Consulado se hallaba al final del
barrio francés, casi junto al arroyo Oang-Kin-Pan, rodeado por las sucursales de
las pocas compañías alemanas que comerciaban con Shanghai. También le dijo
que en el puerto estaban anclados dos barcos alemanes, con salida prevista para
tres y siete días después.
El sargento regresó acompañado de un Secretario diplomático.
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