Page 705 - El Misterio de Belicena Villca
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caso es lo mismo, sutilezas intelectuales. Yo tenía razón: a Belicena Villca la
                 liquidaron los judíos, judíos especiales pero judíos al fin. Y Ud. también tenía
                 razón cuando me decía que la forma del asesinato, el  modus operandi, era
                 cuasi-masónico. Sí, Ud. tenía razón y Yo no le hice caso.
                        Mas ahora no cometeré el mismo error pues he estado pensando. He
                 reflexionado sobre lo que ocurrió hace tres meses, los pasos posteriores suyos, y
                 lo que ha pasado aquí ayer. ¿Y sabe a qué conclusión he llegado?
                        –No me atrevo a imaginarlo –le dije con sinceridad.
                        –Pues que el asesinato de su familia constituye un crimen Ritual.
                        –No puedo negarlo –acepté, pues el policía se merecía la confirmación de
                 sus conclusiones.
                        –¿Y de la misma clase del de Belicena Villca, quizás cometido por los
                 mismos asesinos?
                        –No podría probarlo, pero estoy seguro de que la respuesta es afirmativa –
                 concedí.
                        –¡Eso está mejor Dr. Siegnagel! Ya le dije que no estoy aquí como policía
                 sino como amigo. Entiendo que por alguna razón Ud. no puede denunciar la
                 verdad y por eso vengo a ofrecer mi ayuda, la mía y la  de mis Camaradas
                 nacionalistas. ¡Tengo un grupo de tareas preparado para entrar en operación en
                 cualquier momento! –dijo, bajando hasta un nivel inaudible el tono de voz.
                        Aunque parezca increíble, Yo seguía sin entender lo que me proponía el
                 oficial Maidana.
                        –¿Y qué es lo que quiere hacer? –le pregunté sin disimulo.
                        –¿Y me lo pregunta Dr.? ¡Ayudarlo contra sus enemigos, que sin dudas
                 son enemigos nuestros, y son enemigos del país! ¡Le ofrecemos ayuda concreta,
                 hombres, armas, equipos!  Sólo debe darnos los  nombres de los asesinos,
                 facilitarnos una pista, revelarnos cuál es su organización . ¿No desea vengar
                 a su familia? Nosotros lo haremos por Ud., o junto a Ud.
                        Contemplé a Maidana desalentado. ¿Cómo podría explicarle la realidad de
                 Bera y Birsa? Indudablemente en la cabeza del policía ni cabía la posibilidad de
                 que atrás de los asesinos hubiese una  causa sobrenatural. No reconocía
                 existencia real a lo mágico; y a su juicio, lo esotérico sería solamente un método
                 de inteligencia, destinado a conseguir la “acción psicológica” y la “penetración
                 cultural”. En resumen, el oficial Maidana, como buen veterano del  fragote
                 nacionalista, sólo concebía enemigos de carne y hueso, blanos sólidos, judíos,
                 marxistas, masones, sionistas, o lo que  fuere, pero enemigos permeables a la
                 artillería de variado calibre y al trotyl.
                        –Le agradezco su oferta Maidana. Se la agradezco profundamente porque
                 sé que es honesta y desinteresada. Pero Uds. no pueden ayudarnos y Yo no
                 puedo darle ninguna información. Créame  que es mejor dejar las cosas así.
                 Ahora no es una mera interna del loquero: se trata de mi familia, Maidana; de
                 toda mi familia . Si Ud. pudiera ayudarme ¿cómo no aceptaría?  Sin embargo
                 ahora soy Yo quien desea dejar las cosas como están. Sé lo que estoy diciendo.
                        –¿Cómo que no podemos ayudarlo? –protestó Maidana–. ¿Sabe lo que
                 pienso?: ¡que Ud. tiene miedo! No se quién ha cometido los crímenes. Pero es
                 evidente que Ud. sabe y no quiere compartir el secreto. ¿Y por qué haría tal
                 cosa? Pues, porque supone que el enemigo es demasiado “poderoso” para
                 nosotros, los torpes sudamericanos. Lo comprendo; Ud. es un alemán y tiene un
                 prejuicio contra el nacionalismo argentino; y quizás tenga razón, porque toda una

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