Page 708 - El Misterio de Belicena Villca
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–¡Oh, mein Gott ! –juré– ¡No tío Kurt! ¡No estoy loco! ¡Eres tú el que peca
                 de obstinado! Pero a mí me vas a escuchar. Y me vas a permitir exponer mi idea;
                 ¿die prüfen?
                        –Ia, Ia –prometió sin convicción.
                        –Entonces atiende. Mi concepto es que  existen dos planos irreductibles,
                 que ahora, por una apreciación errónea y  subjetiva de la realidad, se han
                 interferido o mezclado. Tales planos son: el Plano de la Realidad del Espíritu ; y
                 el  Plano de la Realidad Humana  . Entre ambos planos no pueden haber
                 relaciones o conexiones, sino sinrazones : todo nexo o razón es ilusorio, no real.
                 Pero existe, asimismo, una ley, que es la razón de la sinrazón, que protege y
                 afirma la absoluta realidad de los planos. Y esta ley, que sostiene la razón de la
                 sinrazón entre tales planos, es la única  referencia para no perder la razón y
                 enloquecer. Esta ley de  la cordura exige:  no transgredir los planos. No
                 trasladar al plano de la Realidad del Espíritu entes propios del plano de la
                 Realidad Humana ; y recíprocamente:  no proyectar al plano de la Realidad
                 Humana ideas propias del plano de la Realidad del Espíritu.
                        En este endemoniado asunto de Bera y  Birsa, mi querido tío Kurt, me
                 parece que se han confundido los planos, que ya no sabemos cuál es el plano
                 amenazado por los Inmortales. Pero Yo te lo diré tío Kurt. Te lo diré tan
                 claramente que ya no podrás repetir que estoy loco sino que deberás aceptar que
                 estoy demasiado cuerdo. Esto es: observemos primero el plano de la Realidad
                 del Espíritu: allí la verdad es el Origen, el Símbolo del Origen; por esa verdad,
                 por no poder resistir el peso de esa verdad, por negar o no soportar la presencia
                 de esa verdad, los Inmortales se  ven obligados a manifestar una forma
                 monádica arquetípica, como la que tú viste en La Brea. La forma de mónada, la
                 unidad de Luz, les permite existir poderosamente fuera del plano de la Realidad
                 Humana y evitar el enfrentamiento con la verdad del Origen, con el Símbolo del
                 Origen; y esa forma poderosa es, con seguridad, la más peligrosa que uno pueda
                 imaginarse; estoy de acuerdo en que tal peligro es también real.
                        Empero, vayamos ahora al plano de la Realidad Humana: allí la verdad es
                 el Yo, es decir, la manifestación psíquica y volitiva del Espíritu encadenado a la
                 Materia. Y la mentira, la Ilusión del Hombre, pero también su motor anímico, es el
                 Dolor. El Dios Creador se nutre de una fuerza que se llama dolor humano ; y el
                 hombre produce dolor y sufrimiento para alimentar al Creador del Gran Engaño.
                 El hombre común produce poco dolor porque para padecer la ilusión del dolor se
                 requiere la nobleza herida del Espíritu. De aquí que Grandes Hombres, Grandes
                 Espíritus encarnados, sean capaces de  generar Grandes dolores, Grandes
                 sufrimientos, Grandes aflicciones, Grandes angustias:  el hambre de Dios, de
                 Jehová-Dios, exige el aporte de dolor de Grandes Hombres. Y esos
                 hombres capaces del mayor sufrimiento tienen que ser capaces también de
                 ofrecer el mayor sacrificio: su dolor debe ser sagrado para Dios, para
                 Jehová-Dios. Para esto se requieren los representantes de Jehová-Dios, los
                 Sacerdotes de Jehová-Dios, Aquellos con el poder de consagrar el Gran
                 dolor, por ejemplo, Bera y Birsa. Porque será, siempre, necesario que en el
                 plano de la Realidad Humana existan Sacerdotes de Dios que consagren el Gran
                 Dolor del Gran Hombre, a la unidad de  Dios, de Jehová-Dios. Sólo así será
                 posible sacrificar al Gran Hombre para que su Gran dolor consagrado nutra la
                 unidad de El Uno, del Dios Creador Jehová-Dios.


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