Page 728 - El Misterio de Belicena Villca
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representaría un problema  si fuésemos vistos por otras personas. Mas ¿qué
                 importaba ese riesgo frente a la posibilidad de suprimir a los asesinos orientales?
                 Si la suerte de las armas nos resultaba adversa, no habría retorno; y si
                 triunfábamos, ya hallaríamos el modo  de obtener otras ropas. ¿O acaso los
                 asesinos no iban también disfrazados, sin importarles un comino lo que opinasen
                 los testigos?
                        Tenía, pues, las dos manos libres,  con el propósito de cumplir las
                 instrucciones de tío Kurt: –“Debes tomarte de mi cintura apenas comience a
                 elevarme”. “Y cuando estemos en el  espacio, recuerda que habrás de
                 concentrar tu atención todo el tiempo en mí: ni un segundo te puedes
                 distraer pues correrías el riesgo de separarte de mí y perderte en alguno de
                 los innumerables Mundos de Ilusión que atravesaremos”. “Una vez salidos
                 del contexto habitual de nuestra  vida, el único modo de que ambos
                 continuemos juntos, coincidiendo en Tiempo y Espacio, es mantener entre
                 nosotros un nexo volitivo: y eso es  lo que harás al mantenerme bajo
                 contacto visual y táctil”.
                        Pareció que ya partiríamos, y me dispuse a tomarlo por la cintura no bien
                 se moviera, pero se volvió nuevamente hacia mí para hacerme recomendaciones.
                 ¿Llevas la escopeta a mano? ¡Apenas hagas pie en la Chacra debes soltarte y
                 tomar el arma!
                        –Sí, tío, sí.
                        –¿Neffe Arturo? –me llamó en otro tono, extrañamente afectivo.
                        –Sí, tío Kurt.
                        –Quizás sea ésta la última vez que nos veamos. No quiero ser pesimista,
                 pero por la dudas, despidámonos aquí.
                        –Nooo, no –exclamé horrorizado, tratando de espantar los pensamientos
                 agoreros. Después de lo sucedido a mi familia, no podía pensar sin echarme a
                 temblar en la posibilidad de perder también a tío Kurt–. Nada malo nos pasará,
                 querido tío Kurt: ¡el triunfo es seguro! ¡seremos como el bumerang que vuelve a
                 manos de quien lo arrojó, devuelve su golpe, y se detiene!
                        Pero de nada valieron mis  argumentos. Tío Kurt ya se había vuelto del
                 todo y me abrazaba efusivamente.
                        –Adiós neffe –me dijo con nostalgia–. La vida no nos dio oportunidad de
                 conocernos mejor. No obstante, fue  muy bueno tenerte en Santa María esos
                 meses. Me devolviste la fe en la Sabiduría Hiperbórea al traer las respuestas que
                 aguardé durante 35 años. Ahora arriesgaré mis últimas fuerzas en la más
                 demencial de todas las misiones que me han encargado nunca. Y esto también
                 es necesario para la Estrategia del Führer; como siempre, no comprendo por qué,
                 pero sé que es así. Adiós neffe Arturo: nos veremos al final;  al final de la
                 Operación Bumerang o cuando se libre la Batalla Final .
                        Se me hizo un nudo en la garganta; no tuve coraje para decirle adiós. Sólo
                 lo abracé con fuerza.
                        Empero, tío Kurt seguía siendo el mismo cabezadura de siempre.
                        –Partamos, pues –propuso–. Recuerda solamente que, pase lo que pase,
                 Yo no me apartaré del único principio que comprendo.
                        –Sí; ya sé, tío Kurt; ¡por Wothan, no me lo repitas más! ¡”los Inmortales
                 no pueden morir”!



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