Page 732 - El Misterio de Belicena Villca
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Capítulo XIV


                        Como dije, iba a tomar los corazones humanos de Bera y Birsa, cuando
                 me detuve fascinado: la causa fueron las scintilla luminis, o chispas de luz, que
                 comenzaron a brotar de ellos. Miles de chispas que saltaban en todas
                 direcciones, ora girando en círculo, ora en espiral, o trazando curvas brillantes de
                 caprichosa forma, me impedían distinguir el fondo del sombrero, y aún el
                 sombrero mismo. Fascinado por el espectáculo, encantado, quizás hechizado,
                 recordé sin quererlo la definición del Alquimista Khunrath; son, dijo, “Scintillae
                 Animae Mundi igneae, Luminis nimirum Naturae”, es decir,  “son Chispas
                 ígneas del Alma del Mundo, Luces que se evidencian en la Naturaleza”.
                 Tales scintillae acompañan siempre las fases de la Alquimia; y en ese momento
                 estaban presentes todos los elementos del opus: en el Gabinete de la Naturaleza,
                 se hallaba la prima materia de los corazones; el aqua permanens del Sulphur
                 Philosophorum  ; y se encontraba presente Mercurio, el gran  Artifex
                 trasmutador, es decir, tío Kurt  Shivatulku, representante de Wothan, que es
                 Hermes, y que es Mercurio.
                        Girando en hipnótico torbellino, las scintillae luminis fueron cubriendo mi
                 campo de visión. Chispas doradas, brotaban ahora de todas partes y surcaban el
                 espacio hasta apagarse, un espacio  extrañamente carente de viento y de
                 sonidos, como si la Naturaleza entera  estuviese entretenida en manifestar su
                 lumen naturae. Quité la vista del sombrero  hongo y de la garrafa de ácido,
                 invisibles bajo la vertiente luminosa  y, semianestesiado, paseé la vista en
                 derredor: del Mundo entero parecían surgir scintillae. De la casa, del suelo, de
                 los árboles que antes no vi, pero que se erguían a diez pasos, de todas las cosas
                 emergía una aura dorada y titilante, compuesta por miríadas de  scintillae
                 luminis . ¿O aquella visión significaba la súbita actividad de un sentido nuevo,
                 que hacia posible percibir el Anima Mundi, una luminositas sensus naturae  ?
                        Pero una luminositas mayor atrajo mi atención. Sobre los cadáveres de los
                 asesinos orientales, en efecto, comenzaban a elevarse dos nubes de vapor
                 ectoplasmático, también rutilantes debido a la emisión y absorción de miles de
                 scintillae ; a un metro de altura, aquellas nubes se mantenían girando en espiral,
                 y nutriéndose constantemente del vapor lechoso que emanaba de los charcos de
                 sangre. Como en un cuadro de la escuela impresionista, como en una obra de
                 Enrique Matisse, Yo veía  la Realidad descompuesta en  millones de puntos de
                 colores, chispas de luz que giraban con la forma del elementum primordiale y
                 de la massa confusa, del chaos naturae. Con la visión saturada por el hervidero
                 de  scintillae, sentí que interiormente, e irracionalmente, una voz me hablaba;
                 decía:  “Yod, Yod, cada scintillae es yod, un ojo de Avalokiteshvara”; “y
                 entre todas las scintillae hay dos que son El Uno, son las scintillae unas, las
                 Mónadas de Bera y Birsa que no pueden morir”.
                        Ya escarmentado por lo sucedido en Santa María, fue sólo escuchar estas
                 voces procedentes del Alma, de mi propia Alma influenciada emocionalmente por
                 la Gran Madre, y remitirme a la Virgen de Agartha. Sí: cerré como pude mis
                 oídos, ya que no podía prescindir de la grandiosa luminositas, y me entregué al
                 rapto de la Virgen del Niño de Piedra, cuyo auxilio  espiritual me permitió
                 sostenerme en aquel terrible momento. De acuerdo a lo que ocurrió a
                 continuación, hubiese sin dudas perdido la razón si Ella no apoyaba a mi Espíritu

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