Page 736 - El Misterio de Belicena Villca
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–El Dragón Binah sostiene con su mano derecha al Cordero, mientras con
                 la izquierda toma una copa rebosante de lejía humana. ¡Ahora derrama el
                 contenido de la copa sobre la Tierra!
                        –¿Qué ves ahora?
                        –Las mismas estrellas, cantan:
                               ¡Avalokiteshvara,
                              Gran Madre Binah!
                              ¡Tu Piedad, tu Piedad!
                              ¡lava la Tierra con lejía de Jehová!
                            –¿Qué ves ahora?
                            –La lejía cae a la Tierra. Dos Jabalíes Blancos surcan el Cielo de Este
                 a Oeste anunciando a viva voz: “¡La Peste, la Peste!” Todo cuanto toca la lejía
                 perece: ¡la Tierra se convierte en Desierto de Piedras! Sólo sobreviven ciento
                 cuarenta y cuatro mil que pertenecen a la Casa de Israel: pero estos huyen del
                 Desierto y se refugian en un valle, que  luego será inundado por la lejía. ¡Y el
                 Dragón, y los Jabalíes, se enfurecen  porque aún quedan las Piedras del
                 Desierto, porque la lejía no las ha calcinado y disuelto como al resto de los seres
                 vivientes!
                        –¿Qué ves ahora?
                        –¡El Dragón envía entonces al Cordero custodiado por sus hermanos, los
                 Jabalíes gemelos, a pacer a la Tierra! ¡Pero la Tierra está estéril y el Cordero
                 desfallece entre las Piedras, sin poder alimentarse!
                        –¿Qué ves ahora?
                        –¡El Dragón, dueño de terrible ira, maldice a las Piedras y al Desierto de
                 Piedras! ¡Y grita que buscará al Cordero antes que el Desierto le cause la muerte!
                        –¿Qué ves ahora?
                        –¡La inmunda lejía caída del Cielo, y la mugre que consiguió arrancar de la
                 Tierra, se escurrieron hacia un valle, al Este del Desierto de Piedras, y formaron
                 un gran mar! ¡Edén y Paraíso, son los nombres de ese mar; y Tártaro y Tharsis,
                 son los nombres del Desierto de Piedras!
                        –¿Qué ves ahora?
                        –¡El Desierto ha empujado al Cordero hacia su orilla, que es asimismo la
                 orilla del mar de lejía! ¡El Dragón, en el Cielo, vuelve a gritar que auxiliará a su
                 hijo, quien se halla entre el Edén y el Tártaro!
                        –¿Qué ves ahora?
                        –Los mil ojos del Dragón,  brillantes como Soles,  se concentran sobre el
                 Desierto de Piedras y las Piedras padecen mortal sofocación. ¡La mayoría de las
                 Piedras se ablandan y derriten, y el Desierto se torna un enorme lago de lava
                 hirviente: sólo las Piedras más duras permanecen en su sitio, manteniendo con
                 tenacidad su forma separada!
                        –¿Qué ves ahora?
                        –¡Un terrible clamor se eleva desde  el Desierto y sube más allá del
                 Dragón: las Piedras reclaman al Incognoscible ayuda contra el Cordero, y contra
                 la Madre del Cordero, el Dragón Binah, que les ha volcado lejía de Jehová y les
                 ha quitado la Tierra, y pretende calcinarlos en el Desierto  por no servir para
                 alimento del Cordero !
                        –¿Qué ves ahora?
                        –¡Apareció una Señal en el Cielo: una Virgen, más Negra que la Noche,
                 y con la luna bajo sus pies, y luciendo una Corona de Trece Estrellas Increadas!

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