Page 731 - El Misterio de Belicena Villca
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miedo de sus Almas! ¡Y si Ella conseguía quitar el miedo de Bera y Birsa,
                 tan siquiera atenuarlo, todo mi plan se derrumbaría como un castillo de
                 naipes! ¡Incluso podríamos sufrir un contraataque de los Demonios, ya
                 recuperados, que entonces sí sabrían en qué Mundo encontrarnos!
                        Evaluar estas posibilidades me paralizaba. Trabajosamente desaté las
                 cuerdas y bajé la garrafa de ácido de mi espalda. Tío Kurt haciendo gala de
                 extraordinaria habilidad, ya había extraído el corazón de Bera, dejando en su
                 lugar un horrible boquete por el que manaba abundante sangre, la que formaba
                 un charco en torno de su cadáver. Puso el corazón humeante dentro del
                 sombrero hongo, que flotaba sobre la sangre como una grotesca réplica de la
                 barca de Caronte, y rápidamente se hincó sobre el cuerpo exánime de Birsa. Con
                 certeros tajos del cuchillo de monte, filoso como navaja, fue cortando el chaleco
                 de fino casimir inglés y la no menos valiosa camisa de seda china; al llegar a la
                 carne, practicó una profunda incisión central, que luego agrandaría hasta exponer
                 el extremo de las costillas y la cavidad toráxica: desde allí seccionaría las arterias
                 del corazón, que en aquellos Demonios estaba localizado en el lado derecho del
                 cuerpo.
                        –“¡Tío Kurt lo sabía!” –descubrí consternado–. Y pensar que me atreví a
                 poner a prueba su Honor; el no sólo sabía que podíamos fracasar: también sabía
                 por qué podíamos fracasar. Y no obstante haberlo sabido, calló para cumplir con
                 las órdenes del Señor de Venus. Recordé  la advertencia del Capitán Kiev:  “al
                 finalizar la operación recién verán lo que no contemplaron al principio, pero
                 que si lo hubieran visto  al principio les impediría finalizar la operación”.
                 ¡Avalokiteshvara, Ella era lo que Yo no había contemplado al principio, ya que si
                 hubiese supuesto que Su Piedad auxiliaría a los Demonios a superar el pánico no
                 habría emprendido la Operación Bumerang! Y tío Kurt lo había comprendido
                 entonces, él que se quejaba de no comprender nada, pero había callado porque
                 sabía cuánto quería Yo atacar a los Demonios. Por eso me hizo comprar el ácido
                 sulfúrico sin darme mayores explicaciones: él también tenía una teoría; conocía
                 un modo alquimístico de neutralizar la protección de la Gran Madre Binah; o
                 sabía como mantener el pánico de los Demonios. Enseguida sabría cuál era la
                 respuesta.
                        Sobre el ácido sulfúrico, sólo me había dicho que  “fija la materia
                 orgánica en Saturno”: “al introducir el corazón, asiento del Alma, en el ácido
                 sulfúrico, estamos constelando el Alma en  Saturno, situándola en el principio del
                 Universo y contribuyendo a su regresión involutiva”. De acuerdo al plan, a mí me
                 correspondía introducir los corazones en la garrafa de ácido. Mas ahora presumía
                 que aquella recomendación apuntaba a otro objetivo, además del declarado por
                 tío Kurt.
                        Asenté la garrafa en el umbral de la puerta y la destapé; tomé el sombrero
                 hongo, que acababa de recibir el segundo corazón, y lo coloqué a su lado; y, no
                 sin cierta repugnancia, me dispuse a tomar los órganos diabólicos. Fue entonces
                 cuando me detuve fascinado, y luego quedé paralizado de espanto.
                        Está escrito: “los corazones pertenecen a Avalokiteshvara”. El corazón
                 del animal-hombre, del Hombre de Barro, recibe la protección de la Gran Madre
                 Binah por medio de la  Intellegentia de  YHVH ; y su  conciencia crepuscular,
                 recibe más luz por medio de la Sapientia del Gran Padre Hokhmah.



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