Page 743 - El Misterio de Belicena Villca
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Sulphur Philosophorum, con sus Almas en el vaso de las proyecciones
                 alquimistas, había llevado a  Bera y Birsa hacia el futuro, hacia la Batalla
                 Final, cuando el Dragón perdería su  Poder; Y allí habían padecido más
                 terror que el de la muerte de sus cuerpos físicos por nuestros escopetazos.
                        De todos los Futuros posibles, es dable esperar uno que corresponda al
                 Mundo  “que afirma Wothan desde el Origen”, el Mundo que constituye  “la
                 Realidad de la Sangre de Tharsis”. A ese Futuro, en el que el Espíritu triunfará
                 sobre las Potencias de la Materia, habían sido llevadas alquimísticamente las
                 Almas de Bera y Birsa: a la Batalla de Chang Shambalá, a la Batalla Final; a la
                 Derrota de Chang Shambalá, a la Derrota de Sión; y el Terror del Final de Chang
                 Shambalá, del Final de Sión, causaron el retorno de Bera y Birsa al Principio del
                 Tiempo, al punto donde se asientan todos los Futuros posibles y donde Chang
                 Shambalá o Sión no tiene determinado su  Final antes del Final del Tiempo.
                 Porque el que ví en la matrix es un Futuro Increado, no previsto por el Creador,
                 sólo posible en el Mundo de la Sangre de Tharsis, en el Mundo de la Realidad del
                 Führer: y tío Kurt había demostrado tener fe ciega en ese Futuro Increado,
                 en el que los hombres espirituales se  levantarían como Fieras contra el
                 Cordero y los “ciento cuarenta y cuatro mil” Sacerdotes de Israel. Creo que
                 el éxito de la trasmutación alquimista, y el terror infundido a los Inmortales Bera y
                 Birsa, se debieron fundamentalmente a esa fe inquebrantable que tío Kurt
                 profesaba por el Führer y su Futuro.
                        Aunque él afirmaba extrañamente que la Obra era mía. Mas Yo abrigaba la
                 certeza de que fue él quien marcó las Piedras Calientes, las Almas de Bera y
                 Birsa, mónadas sobre el Caos Primordial, con el Signo del Origen, con la
                 “Abominable Señal” que temían los Demonios. Y sus Almas habían precipitado la
                 Piedra del Principio, el lapis ignis, y ahora debían estar en el Principio. Con
                 pánico, en el Principio  : la meta del plan. Yo olvidé la Piedad de
                 Avalokiteshvara, pero gracias a tío Kurt el objetivo se había alcanzado.
                        A todo esto ¿adónde estaba tío Kurt? Comenzaba a preocuparme, cuando
                 escuché su voz: venía de arriba, y sonaba irónica y tranquila.
                        –Yo tenía razón, neffe:  Los Inmortales no pueden morir. Y tu tenías
                 razón: su miedo los haría huir hacia el Principio. Se trata de un empate ¿no
                 crees? ahora debo partir tras ellos, Oso contra Abejas, Lobo contra Cerdos, he de
                 perseguirlos hasta el Principio:  solo así el Final será igual al Principio, la
                 Potencia se hará Acto, lo Posible se tornará Real, la Obra estará Presente
                 entre el Final y el Principio; y podrás cumplir tu misión.
                        Supe lo que ocurría: tío Kurt se había elevado con los perros daivas hasta
                 ponerse fuera de mi alcance. Su decisión era, pues, irrevocable. Me sentí morir
                 de tristeza y desolación. Las piernas se me aflojaron. Un nudo me trabó la
                 garganta. No obstante grité con impotencia:
                        –¡Tío Kurt, no te vayas! ¡No me dejes solo aquí!
                        Escuché entonces aquella carcajada atronadora que mi tío emitía con
                 inevitable espontaneidad: no constituía una burla, sino la expresión de su estado
                 de ánimo.
                        –¿Y tú eres quien cuestionaba mi  obstinación, cuando me resistía a
                 quedarme  solo en este Infierno, después de la Segunda Guerra? –preguntó
                 riendo–. Pues recuerda que Yo soporté 35 años: tú tendrás que aguantar mucho
                 menos. ¡Anda, sé valiente neffe Arturo! ¿O tendré que preguntarte como Belicena
                 Villca si eres capaz de ser un Kshatriya? Pero sé que comprendes por qué lo

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