Page 747 - El Misterio de Belicena Villca
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detenía a pensar en lo que decía. Antes bien me maldecía permanentemente por
todos mis errores: por ser la causa de que los Demonios descubrieran el Mundo y
el domicilio donde vivía mi familia; porque en el plan de ataque olvidé considerar
la acción compasiva de Avalokiteshvara; y por no hacer caso del mal
presentimiento que me produjo la despedida de tío Kurt en Cerrillos, antes de
levitarse con los perros daivas: tío Kurt sabía lo que iba a pasar, que íbamos a
ser probados por la Pasión Maternal de Avalokiteshvara, quien defendería
piadosamente a los Inmortales, y que con toda probabilidad debería partir
en persecución de los Demonios, para mantener despierto su miedo; ¡y por
eso se quiso despedir antes de entrar en operaciones! ¡Y Yo fui el imbécil
que seguí hasta el final con el plan, sin reparar en nada, subestimando la
capacidad de tío Kurt! ¡Ahora me encontraba solo, más solo de lo que estuvo tío
Kurt en su exilio, aunque él afirmara lo contrario para consolarme y darme coraje!
Tales eran los pensamientos que ocupaban mi mente cuando respondí al
indio de la forma referida. Afortunadamente no estaba del todo solo: el indio
repitió, con cautela aún mayor:
–¿Beraj y Birchaj?
Es posible que recién en este momento cayera en la cuenta que el indio
era real.
–¿Beraj...? –repetí, tratando de recordar dónde había escuchado antes
esa pronunciación. Entonces recordé la Carta de Belicena Villca y la historia del
Pueblo de la Luna–. ¡Cierto que Ud. también los conoce! ¡Esos Hijos de Puta
exterminaron a su familia, igual que a la Casa de Tharsis y a mi propia Estirpe! –
exclamé con exagerada euforia.
–¿Y Ud. cómo lo sabe? –interrogó el indio en el colmo del asombro–. ¿No
es del Ejército?
–Ja, Ja, Ja –me reí con ganas, al descubrir la impresión que causaba el
uniforme de comando–. No, hombre, no. No pertenezco a la Fuerzas Armadas. El
que fue miembro del Ejército era Noyo Villca, como Ud. bien sabe. ¿Es que no
me recuerda? Yo soy Arturo Siegnagel, el Médico psiquiatra que atendía a
Belicena Villca en Salta. Ella me lo contó todo en una extensa carta: por ejemplo,
sé que Ud. desciende del Pueblo de la Luna, que habitaba en la Isla Koaty en el
lago Titicaca, y que sus remotos antepasados residían en escandinavia, en el
país del Rey Kollman, del linaje de Skiold.
–Ah, el Médico. Si, lo recuerdo. Estaba al tanto que Doña Belicena escribía
una carta con datos sobre la Casa de Tharsis, pero ignoraba quién sería su
destinatario.
¿Y dice Ud. –agregó– que estos torturadores son los mismos Beraj y
Birchaj que guiaron hace más de seiscientos años a los malones de indios
diaguitas-hebreos, al mando del Cacique Cari, en la invasión a la Isla del Sol?
–Eran –le corregí–. En efecto, eran los mismos, aunque tal vez emplearon
otros cuerpos; eso no lo sé con exactitud. Pero lo que es cierto es que hace tres
meses asesinaron a Belicena Villca en el Hospital, y sólo cuatro días que
terminaron con toda mi familia; por estos malditos Demonios, sólo quedamos tres
sobrevivientes de tres Estirpes espirituales: Noyo Villca, de la Casa de Tharsis;
Segundo, de la Casa de Skiold; y Arturo Siegnagel, de la Casa Von Sübermann.
Belicena Villca me solicita en su Carta que busque a Noyo Villca en Córdoba, y
me asegura que Ud. me ayudará. Además me recomienda tener mucho cuidado
con Bera y Birsa, que eran Demonios poderosos; pero ya ve: a pesar de los
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