Page 82 - El Misterio de Belicena Villca
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pues a ti y a tu descendencia se la daré” [Gen. 13,14]. Promesa que es luego
                 reafirmada “Y sacándolo fuera, Jehová le dijo: mira al Cielo y cuenta, si puedes,
                 las estrellas. Y añadió: así será tu descendencia”. Pero más claro fue el Creador
                 con Moisés, cuando le reveló la misión del Pueblo Elegido: “Ahora bien, si de
                 veras escucháis mi voz y guardáis mi Alianza, seréis Propiedad mía particular
                 entre todos los pueblos, porque toda  la Tierra me pertenece. Vosotros
                 seréis para mí, un Reino de Sacerdotes y una Nación Santa. Estas son las
                 palabras de Jehová que dirás a los hijos de  Israel”. Y luego: “Yo concluiré la
                 Alianza. Yo realizaré a la vista de todos los pueblos Gentiles maravillas, cuales
                 no han sido hechas jamás en toda la Tierra y nación alguna, para que todos los
                 pueblos que estén en torno a ti Israel, vean la obra de Jehová; porque es terrible
                 lo que voy a hacer por medio de ti. Cumple, pues, lo que Yo voy a ordenarte en
                 este día. Guárdate de pactar con los habitantes del país en el que vas a entrar,
                 no sea que se conviertan en un lazo para ti. Por el contrario,  derribad sus
                 altares, romped sus estelas, y destruid sus postes y piedras sagradas” [Ex.
                 19,6; 34,10].
                        Al cumplir con la Alianza, el Pueblo Elegido será Bendito por el Creador,
                 según le comunica a Moisés: “No os haréis ídolos, ni erigiréis estatuas ni estelas,
                 ni pondréis en vuestro país piedras sagradas para postraros ante ellas, pues Yo
                 Soy Jehová, vuestro Dios. Guardaréis mis sábados y respetaréis mi santuario. Si
                 camináis de acuerdo a mis leyes, ..., comeréis vuestro pan a saciedad y
                 habitaréis seguros en vuestro país. Daré paz a la Tierra y dormiréis sin que nadie
                 os inquiete. No pasará por vuestro país la espada.  Perseguiréis a vuestros
                 enemigos y caerán ante vosotros al filo de la espada.  Cinco de vosotros
                 perseguirán a cien, y cien de vosotros pondrán en fuga a diez mil, y vuestros
                 enemigos caerán ante vosotros al filo de la espada. Yo me volveré a vosotros, Yo
                 os haré crecer y multiplicaré, y mantendré con vosotros mi Alianza. Pondré mi
                 morada en medio de vosotros y Yo no sentiré hastío de vosotros. Andaré en
                 medio de vosotros, Yo seré vuestro Dios y vosotros seréis mi Pueblo. Yo soy
                 Jehová, vuestro Dios, quien os sacó del país de Egipto” [Lev. 26].
                        Ese “Pueblo Elegido” sería, pues, aquél que anunciaban miles de años
                 antes los Atlantes morenos, los Enemigos del Pacto de Sangre: era cuando
                 menos irónico que ahora se pretendiese derivar de ese pueblo maldito un émulo
                 de Navután, el Fundador del Pacto de Sangre. Pero Jesús no venía a salvar al
                 Pacto de Sangre sino precisamente a destruirlo para siempre, lo que demuestra
                 que era consecuente con su procedencia del Pueblo Elegido: por Jesús Cristo, la
                 Sangre Pura se degradaría como nunca, la humanidad entera se bastardizaría, el
                 Valor se cuajaría en las venas y sería reemplazado por el Temor del Dios Uno; y
                 cuando el hombre se materializase, y ya no respondiese al Temor del Dios Uno,
                 el Valor igualmente no podría aflorar pues el hombre  se habría hundido en la
                 degradación moral de la decadencia cultural, se habría afeminado y ablandado,
                 se habría confundido en una universal Canalla del Espíritu: pero de esa Vil
                 Canalla, naturalmente, tanto la Iglesia  como las otras sectas fundadas por el
                 Pueblo Elegido y la Fraternidad Blanca, extraerían lo mejor de la Tierra, es decir,
                 a aquellos que los apoyarían y secundarían con ardor, los Sacerdotes y los fieles,
                 los miembros de las Sociedades Secretas que dominarían el Mundo y la Canalla
                 del Espíritu que aprobaría su gobierno, gusanos y serpientes, borregos y ovejas,
                 palomas de la paz, ningún águila, ningún cóndor, Dr. Siegnagel.


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