Page 84 - El Misterio de Belicena Villca
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Eucaristía, en el que depositaron, también, la Lámpara Perenne. En lo posible,
los Señores de Tharsis trataron de que la Capilla fuese atendida siempre por
clérigos de la familia, aunque debido a su importancia recibía periódicas visitas
del Obispo de Sevilla y de los Presbíteros de la zona. La adoración elegida para
el Culto de la Virgen tenía origen autóctono pues los mismos Señores de Tharsis,
cuando se presentaron frente a los Sacerdotes Cristianos, lo hicieron asegurando
que habían presenciado una manifestación de la Virgen. Según ellos la Virgen se
había aparecido en una gruta poco profunda situada a escasos metros de la Villa
de Turdes, caso que podían atestiguar todos los miembros de la familia y algunos
criados: la Virgen se había mostrado en el Esplendor de Su Majestad y les había
pedido que adorasen a su Divino Hijo y que la recordasen con un Culto. Entonces
los Señores de Tharsis, presa de visible excitación, declararon que deseaban
abandonar el Culto Pagano y convertirse en Cristianos. Semejante conversión
voluntaria de tan poderosa familia hispano romana, causó gran satisfacción a los
Sacerdotes Católicos pues agregaría prestigio ejemplar a sus misiones
evangelizadoras en la región. De allí que aceptasen de buen grado la iniciativa de
los de Tharsis de destinar la Basílica al Culto de la Virgen de la Gruta.
Y así comenzó en la Villa de Turdes el Culto a Nuestra Señora de la Gruta,
que sería famoso en el Sur de España hasta el fin de la Edad Media, hasta que el
último de los Señores de Tharsis abandonó definitivamente la península y la
Iglesia promovió su prudente olvido. Para comprender las intenciones que los
Señores de Tharsis ocultaban tras su conversión e instauración del Culto a la
Virgen, no hay nada más revelador que observar la Escultura con la que
reemplazaron la Estatua de Vesta.
Las cosas habían cambiado bastante desde la Epoca de los cartagineses.
Ahora la Villa constaba de una enorme Residencia Señorial en la terra
dominicata y de unas cincuenta hectáreas de terra indominicata entregadas al
cultivo; una aldea campesina, también llamada Villa de Turdes, se había
levantado cerca de la Residencia de los Señores de Tharsis; y en un límite de la
aldea, sobre una colina que descendía suavemente hacia la Residencia Señorial,
los Señores de Tharsis habían destinado para Iglesia y Parroquia local una
excelente Basílica romana. Los Catecúmenos, que iban a escuchar la missa
catechumenorum, y los Fieles, que luego asistirían a la particular missa
fidelium, llegaban hasta el atrium, un patio rodeado de columnas, y pasaban
junto a la fuente llamada Cantharus, antes de ingresar a la nave central.
Construída sobre un plano rectangular, la Basílica tenía tres naves: dos naves
laterales que formaban la Cruz, y la nave central, que estaba dividida por dos
columnas de asientos, ocupados, a la derecha por los hombres y, a la izquierda,
por las mujeres; la nave central terminaba en el ábside, un ensanchamiento
abovedado y elevado donde estaba el Sanctuarium. Normalmente, en todas las
iglesias de la Epoca, al fondo del ábside se encontraba la Cátedra Episcopal, que
era el trono ocupado por el Obispo, conjuntamente con otros asientos, para los
Presbíteros. En la Basílica de Tharsis, la Cátedra Episcopal, como se verá
enseguida, había sido cedida a la Santísima Virgen. Delante de la Cátedra
Episcopal, en el centro del Santuario, se hallaba la sacra mensa del Altar y,
sobre ella, los instrumentos del Culto: el Cáliz, la Patena, y la Lámpara Perenne.
El momento culminante de la Misa de los Fieles, tiene lugar
inmediatamente después de que el Sacerdote pronuncia las palabras que
instituyen la Eucaristía: entonces recita la epíclesis, una invocación al Espíritu
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