Page 104 - Mitos de los 6 millones
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lógicamente, por causas naturales. Ninguna otra respuesta puede deducirse de la
investigación histórica.
La actitud de la Iglesia
El Sumo Pontífice , Pío XII, Papa reinante durante los años de la contienda, no
hizo una sóla declaración en contra de la supuesta exterminación de los judíos por los
Nazis. Esto es un hecho. Muchos de los supuestos «campos de la muerte» se hallaban en
Baviera y en Austria, y el más famoso de todos, Auschwitz, en Polonia. Estos son
territorios profundamente católicos. En Polonia, concretamente, la influencia del Clero es
muy grande, hasta el punto de que 34 años de «Ateísmo Científico» no han bastado para
erradicarla totalmente. En un país como Polonia es imposible que se lleve a cabo un
genocidio a escala «industrial» sin que los curas rurales se enteren. Bien sabido es que el
Vaticano es uno de los estados más bien informados – si no el más informado – del
Mundo. La razón estriba en la ubicuidad del medio y bajo clero, más aún que la influencia
del alto. Los ministros de la Iglesia viven, prácticamente, en medio de sus feligreses y no
es necesario que violen el secreto de confesión para estar en condiciones de enviar al
Vaticano, a través de sus obispos, informes radiográficos sobre todo lo que pueda atañer a la
vida de una comunidad. Suponer que los Nazis llevaron a cabo una política oficial,
programada y deliberada de genocidio contra los judíos y que el Vaticano no se enteró es
casi tan absurdo como la otra pretensión de los budas del Fraude, de que todos los delegados
de la Cruz Roja estuvieron «din albis» durante toda la guerra en todos los camposde
concentración. Aun razonando por «reductio ad absurdum», es decir, suponiendo queel
Vaticano, efectivamente, estuviera «distraído», hay evidencia documental de que intentóse
sacarle de su «distracción». En efecto, Wyron Taylo, representante oficial del Presidente
Roosevelt, en una visita que hizo al Vaticano el 26 de Septiembre de 1942, informó al
Cardenal Naglione, Secretario de Esta. do del Vaticano, que la Oficina Judía para Palestina,
cuyas oficinas se encontraban en Ginebra, aseguraba que los judíos de Hungría, Eslovaquia
y Polonia estaban siendo deportados a un campo de concentración, llamado Belik, así
comoa otro campo instalado en las cercanías de Lwow. El objetivo de estas deportaciones
era darles muerte. Myron Taylor preguntó si el Santo Padre pensaba condenar esa salvajada
y si, aparte la condena – que se daba por descontada – pensaba tomar medidas prácticas para
salvar la vida de los inocentes. judíos perseguidos. La respuesta del Cardenal Maglione al
recoger el memorandum que le acababa de leer Taylor fué, literalmente: «I do not believe
that we have any information which confirms these grave tidings. Right?» (No creo que
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tengamos ninguna información que confirme estas graves noticias. ¿De acuerdo?).
Esto es, en lenguaje diplomático, una negativa sin matizaciones. No obstante, el
Vaticano dió una respuesta oficial, el 10 de octubre:
«Informes sobre severas medidas adoptadas contra no-arios han llegado también a la
Santa Sede, pero hasta el presente no ha sido posible verificar su idoneidad».
Las fuentes en que se basaban tales informes eran las mismas que habían servido
para redactar la nota entregada por Myron Taylor: el embajador polaco y las organizaciones
judías y sionistas. Es de suponer que en los 14 días que tardó en elaborar su respuesta, el
Vaticano recurrió, además, a sus tradicionales fuentes de información, es decir, al clero local
de los países en que, según el informe de Taylor, se llevaba a cabo el genocidiio, Hungría,
Eslovaquia y Polonia, por cierto tres paises eminentemente católicos y uno de ellos.
Eslovaquia, con un Jefe de Estado, el Doctor Josef Tiso, que era un Obispo.
1 «Actes et documents du Saint Siége relatifs à la Seconde Guerre Mondiale». Editado por Robert A.
Graham, S.J.
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