Page 107 - Mitos de los 6 millones
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otros periódicos del Partido Nacional Socialista replicaron negando el contenido de la
                        declaración de los obispos alemanes y citando en su apoyo manifestaciones favorables del
                        Cardenal Suhard, de París. La querella se fué apaciguando, pero llegó a alcanzar un tono
                        muy subido, que fué puntualmente aprovechado por la propaganda Aliada. Tampoco se
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                        tomaron medidas contra los obispos alemanes en conjunto.
                              En Enero de 1943, el Conde Konrad Von Preysing, Obispo de Berlin, hizo una
                        declaración pública, leída en todos los púlpitos del Reich, condenando las teorías raciales
                        nazis. Y en Agosto de aquél mismo año los obispos católicos leyeron a sus feligreses una
                        pastoral en la que se censuraban algunos aspectos de la educación Nazi de la juventud, que
                        se consideraban hostiles a los valores católicos. Creemos que los cuatro ejemplos que
                        hemos mencionado bastan para de. mostrar que la Iglesia Católica Alemana no se hallaba
                        reducida a un aterrorizado silencio. Y si no lo estaba la Iglesia Alemana, aún menos lo
                        debía estar la Santa Sede, o la de los países neutrales, que no dijeron una palabra, entonces,
                        sobre el «Holocausto».
                              El Miedo tampoco puede explicar por qué el Papa Pío XII omitió condenar el
                        supuesto genocidio perpetrado por los Nazis, después de la derrota militar de éstos. El 2 de
                        Junio de 1945, S. .S. Pío XII dirigió un discurso al Colegio Cardenalicio, en el que en
                        numerosos pasajes, atacó acervamente a los vencidos Nazis. No obstante, la única cosa en
                        el discurso que pudiera ser interpretada como una referencia a exterminios fué una alusión a
                        las «aplicaciones de las teorías nacional-socialistas», que a veces llegaron tan lejos como el
                        uso de los más exquisitos métodos científicos para torturar o eliminar a gentes que eran, a
                        menudo, inocentes». Pero si se continúa leyendo el discurso papal se ve claramente que Pío
                        XII, como muchas otras personas en aquella época, pensaba, cuando hablaba, en las
                        catastróficas escenas halladas en los campos de concentración alemanes al final de la guerra.
                        Las únicas víctimas que Su Santidad mencionó específicamente en su discurso fueron nueve
                        sacerdotes católicos internados en Dachau por razones políticas, y que perecieron por
                        motivos de los que ya hemos hablado abundantemente: inanición, tifus y bombardeos de la
                        aviación Aliada. A pesar de todo, no hay nada, en todo el discurso, a propósito de ningún
                        deliberado exterminio de un grupo racial, religioso o nacional.
                              Si es evidente que ni la Iglesia Católica como institución, ni el Vaticano como
                        entidad de derecho público se vieron obligadas, por miedo, a guardar silencio durante la
                        guerra, si resulta claro que éste último fué vulnerable, hasta cierto punto, a determinado
                        tipo de presiones. Por ejemplo, un escritor judíos ha pretendido que el diplomático
                        británico Osborne, propuso, implicitamente, la aceptación de la tesis papal de que Roma
                        fuera declarada «ciudad abierta» a cambio de una declaración de simpatía hacia los judíos
                        perse guidos, hecha por el Santo Padre. Efectivamente, Roma fué declarada «ciudad abierta»
                        después de una declaración oficial del Vaticano en la que se deploraba la persecución, por
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                        motivos raciales, de cientos de miles de personas.   No queremos cerrar este epígrafe sobre
                        la Iglesia y el Mito sin mencionar algunos párrafos significativos de la publicación oficiosa
                        vaticana «Actes et Documents», ya citada, en los que se asegu’ra que «los dirigentes de la
                        Judería Romana no sabían nada de ningún problema de exterminio y temían la posible
                        deportación a causa de los rigores del invierno y de la frágil salud de algunos de los que
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                        serian deportados...»  «Muchas cartas recibidas en 1943 y 1944 en el Vaticano,
                        procedentes de Auschwitz y otros campos, que forman hoy un amplio dossier en los
                        archivos.., no hacen mención alguna a las atrocidades ni de exterminios, aún teniendo en
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                        cuenta la censura, el tono de las cartas es normal...»  Una carta del Padre Paul-Marie
                        1   Si algún ministro de la Iglesia tuvo problemas con la Gestapo, fue a titulo personal y privado y en
                        razón de sus actividades políticas, no de su ministerio. (N. del A.)
                        2   Samuel Waagenaar: «The Pope’ s Jews».
                        3  Actes et Documents du Saint-Siége relatifs à la Seconde Guerre Mondiale, Editado por Robert A.
                        Graham, de la Sociedad de Jesús, con Imprimatur de la Secretaría de Estado del Vaticano.
                        4   Id., t. IX.

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