Page 105 - Mitos de los 6 millones
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Es cierto que el Vaticano llevó a cabo numerosas gestiones para aliviar la suerte de
los judíos, muy especialmente los de religión católica, relativamente numerosos en Italia y
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Croacia Y que en el mensaje de Nochebuena de 1942, S.S. Pío XII condenó «los malos
tratos infligidos a cientos de miles de personas en razón de su pertenencia a determinados
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grupos raciales». Hagamos notar que el Papa se refería, en su condena, a «malos tratos»;
hablaba de «cientos de miles de personas», no de siete millones (los seismillones
supuestamente gaseados más los supervivientes) y finalmente se refería a «grupos raciales»,
en plural; ello hace suponer que además de los judíos aludía a los gitanos, que también eran
deportados por razones de seguridad militar y social.
Es cierto también que al Vaticano llegaban regularmente ciertos informes, firmados
por Pirro Scavizzi, un sacerdote que se ocupaba de la asistencia espiritual de los heridos en
los hospitales italianos instalados en el frente ruso. Scavizzi hablaba constantemente de
matanzas de judíos en Ucrania y Polonia. Llegó a acusar al Nuncio Papal en Berlin,
Orsenigo, de complicidad culpable con los alemanes. En otro de sus mensajes, con una
increíble falta de imaginación, informaba de que los alemanes habían instalado en Lemberg
una fábrica para el aprovechamiento de cadáveres de judíos; se aprovechaba la grasa para
hacer jabón y el pelo para hacer cuerdas. Es un hecho que nunca se hizo el menor caso de
los informes de Scavizzi en el Vaticano, aunque, prudentemente, se pidieron informes sobre
hechos por él denunciados, al Nuncio Orsenigo, que tras severa investigación no pudo
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confirmarlos.
Es igualmente cierto que determinados altos dignatarios de la Iglesia no llevaban,
ciertamente, a los nazis en el corazón. Podemos citar, a este respecto, a Monseñor Burzio,
el representante Papal en Eslovaquia y, sobre todo, a Monseñor Giuseppe Di Meglio,
secretario del Nuncio en Berlin, Monseñor Orsenigo. Estos eran los más importantes y
representativos. También Angelo Roncalli, Nuncio Papal en Grecia y Turquía y,
posteriormente, Papa Juan XXIII fué. según se afirmó, un ferviente anti-nazi. En cierta
ocasión pidió a Von Papen. Embajador del Reich en Turquía, que mejorar el tratamiento
que se daba a los polacos y aprovechó para referirse a los judíos perseguidos.
Esta conversacion, que tuvo lugar el 8 de Julio de 1943, ha sido abundantemente
citada por los budas del Fraude, con una interpretación «sui generis» de la palabra italiana
«sopprimere» queno significa necesariamente suprimir, en el sentido de matar, sino
simplemente perseguir, oprimir. La palabra «sopprimere», en el sentido de matar, sólo la
utilizan personas de lenguaje muy castigado, y cuesta mucho imaginar al obeso y prudente
Roncalli – luego Juan XXIII - hablando de suprimir judíos. Hay dos docenas de palabras en
el idioma italiano para expresar la idea de un asesinato sin necesidad de recurrir al «argot» de
los barrios bajos de Roma. Es cierto, pues, que algunos altos jerarcas eclesiásticos
simpatizaban muy poco con los nazis. Como también es cierto que otros simpatizaban
mucho, empezando por bastantes obispos alemanes, e incluyendo al Nuncio en Berlín,
Cesare Orsenigo, que públicamente expresó su satisfacción por la victoria alemana sobre
Francia, en 1940. Es verdad que hubo un visceral anti-alemán, como Scavizzi, pero
también los hubo pro-alemanes, como Monseñor Mailol de Luppé, francés; enrolado en las
SS, y el Cardenal Arzobispo de Paris, Primado de Francia, Monseñor Suhard.
Pero las actitudes individuales no importan, en el tema de que nos ocupamos. Lo
que importa es la actitud oficial de la Iglesia, definida por el Pontífice reinante en el
transcurso de la II Guera Mundial. Una actitud totalmente lógica con la misión de la
Iglesia, que consiste en procurar el bien de las almas y practicar la Caridad. Es lógico que
un estado soberano tome medidas contra una comunidad halógena, cuya peligrosidad interna
1 Aproximadamente un ocho por ciento de los judíos italianos y croatas es de confesión católica. (N. del
A.)
2 Robert A. Graham: Id.
3 Anthony E. Rhodes: «The Vatican in the Age of the Dictators».
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