Page 109 - Mitos de los 6 millones
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                        judíos». También analiza la fantástica cifra de los seis millones y afirma que «aún
                        tomando como ciertas las cifras de los más desenfrenados cultivadores de esa Mentira, el
                        número total de judíos que, bajo el control del régimen de Hitler fueron muertos, perdieron
                        la vida en acciones bélicas, o murieron por causas naturales, no pudo exceder de
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                        3.323.000». Josef G. Burg. «Suendenböke» (Chivos expiatorios), pág. 74. He aquí un
                        judío, un intelectual honrado, que, aún par. tiendo de la muy discutible certeza de las cifras
                        de los peores cultivadores de la Mentira, reduce el Fraude de los Seis Millones casi a la
                        mitad. Y añade Burg: «Y los tres millones de muertos incluyen a los que murieron por
                        causas naturales, perecieron en los raids aereos de los Aliados, fueron ejecutados como
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                        elementos subversivos o partisanos,  siendo la cifra de partisanos judíos superior al
                        millón y medio. Y recuerda Burg que el Derecho Internacional considera a los partisanos
                        como asesinos armados que, tras su captura son reos de ejecución.

                                       Burg comenta que «mientras los sionistas arman un gran alboroto sobre los seis
                                 millones de asesinados, y cobran, por ellos, fuertes sumas a titulo de indemnizaciones, Israel
                                 tiene, al menos, un millón de esos muertos, bien vivos, colaborando en la construcción del nuevo
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                                 estado».
                              Afirma, además Burg que: «... Hoy nadie cree en esa cifra de los Seis Millones. Ni
                        los acusadores judíos, ni los acusadores alemanes, ni la opinión mundial, al menos el
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                        sector bien informado de la misma».  Esa cifra no es más que «una leyenda que no sirve
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                        para otra cosa que para envenenar relaciones pacificas».  Y termina asegurando que «... los
                        sionistas han obstaculizado toda investigación seria porque les consta que ella dernoliría la
                        estafa de los Seis Millones.., lo cual no les interesa porque de los seis millones pueden
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                        obtenerse más indemnizaciones que de, digamos, seicientos mil».
                              Burg pagó su independencia de criterio y su honestidad intelectual con el ostracismo
                        y la difamación, armas en las que el Sionismo es maestro. Fué expulsado de la Sociedad de
                        Cultura Judía de Munich. Librerías que ofrecían sus libros a la venta fueron boicoteadas
                        hasta que dejaron de ofrecerlos. Revistas que los anunciaban debieron retirar los anuncios,
                        so pena de que numerosos anunciantes judíos, o de firmas bajo control judío, retiraran los
                        suyos y arruinaran a las revistas en cuestión. En una ocasión en que llevaba unas flores a la
                        tumba de su esposa, fué apaleado por unos gamberros de su raza, y una revista judía
                        manifestó: «¡Ese fulano se ha merecido esa paliza, y cien palizas!»
                              Oswald Rufeisen, un judío de Galitzia, practicante de la religión mosaica, tenia
                        aspecto de ario, y ofreció sus servicios a los ocupantes alemanes, los cuales le nombraron
                        Jefe de Policía de una ciudad (probablemente, Chust, en Rutenia Transcarpática), donde
                        había un campo de tránsito para judíos, desde donde se les distribuía a los diversos campos
                        de concentración. Su propósito era ayudar a escaparse a tantos correligionarios suyos como
                        le fuera posible. Hizo evadir a centenares de ellos, hasta que un judío le reconoció como tal
                        judío y le denunció a los alemanes, a los que solicitó una recompensa. De acuerdo con las
                        leyes de la Guerra, los alemanes condenaron a muerte a Rufeisen, por espía. Rufeisen
                        logró, no obstante, huir, y halló asilo en un convento de Rusia Blanca, de donde salió para
                        actuar como un partisano. Al acabar la guerrá, Rufeisen, convertido al Catolicismo, ingresó
                        en la Orden del Carmelo como Padre Daniel Rufeisen. Como tal, se fué a Israel y solicitó



                        1   Josef G. Burg. «Suendenböcke» (Chivos expiatorios), pág. 74.
                        2   Id., pág. 237
                        3   Id., p. 238.
                        4   Id., p. 233.
                        5   Id., p. 220.
                        6   Josef G. Burg: «Schuld und Schicksal», pág. 123.
                        7   Idem, p. 223.

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