Page 114 - Mitos de los 6 millones
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iban quemando judios. cada día, a promedios ridículos comparados con el sistema Aliado.
Ese sistema (el Aliado) estaba rigurosamente estructurado y las órdenes de incinerar por vía
aérea a las victimas alemanas se conservan en documentos oficiales, nunca han sido
negados, y están a la disposición del público. En una sola noche, en Dresde, la Royal Air
Force arrojó 600.000 bombas incendarias, 5.000 bombas explosivas y milesde bidones de
fósforo para activar la horrorosa pira. Es decir, los Aliados le indicaban a Hitler el sistema
mas idoneo para quemar judíos. Concentrarlos en un solo campo, por ejemplo en
Auschwitz y bombardearlo con napalm y fósforo. Pero en cambio. el Führer que ya se nos
ha dicho miles de veces que estaba loco utilizaba el rudimentario sistema de irlos quemando
uno a uno. Aún más, Hitler podía haber utilizado el sistema de rehenes, tan clásico en las
guerras. Igual que el Mariscal Montgomery, ferviente anglicano por cierto, le dijo al
Almirante Friedemburg que intentaba negociar la rendición de Alemania:
«Rendición incondicional o exterminio en masa. De lo contrario los bombarderos
ingleses convertirán a una ciudad alemana en un montón de cenizas, de modo que ningún
niño alemán quedará con vida», también Hitler hubiera podido decir que por cada ciudad
bombadeada en la cual no hubieran objetivos miitanres ni defensa antiaérea, se realizaría,
por la Luftwaffe, un bombardeo similar, utilizando fuerzas parecidas a las utilizadas por los
Aliados, sobre los campos de concentración llenos de judios o prisioneros de guerra. Pero
no. Tal idea no se le ocurrió a Hitler, el loco.
Hasta un periodista puede comprender que matar alemanes en Drede o matar judíos
en Auschwitz requiere una misma sistematización. Y hasta un periodista comprendería
también la diferencia entre los dos casos. Que de lo de Auschwitz no ha quedado ni una sola
prueba, a no ser que estemos dispuestos a aceptar como tal la palabra de honor del
Honorable Gomulka. mientras que los de Dresde. desde Churchill hacia abajo, todos lo han
reconocido y las órdenes cursadas existen, habiendo escrito sobre ello un libro demoledor un
periodista judío honorisima excepción que confirma la regla de su profesión – David Irving,
quien afirma que allí murieron entre 250.000 y 400.000 personas, ancianos, mujeres y
niños, y casi medio millón más quedaron desfiguradas, achicharradas para el resto de sus
vidas, a menos que fueran muriendo en los días inmediatos al horroroso bombardeo.
Hasta un periodista, en fin, comprendería que una decisión como la de ma tar seis
millones de judios. no podia salir de Hitler no de ninguna personalidad responsable del
Gobierno Alemán, pues poseyendo. los neurogases jamás se ordenó una acción como la de
Dresde. Cien bombarderos bastaban a Hitler para ordenar bombardear una ciudad similar a
Dresde y causar cinco veces más bajas, en lugar de 3.000 (mil en cada oleada) utilizados por
los ingleses en un bombardeo que causó más muertes que las dos bombas atómicas de
Hiroshima y Nagasaki juntas.
Es el colmo del absurdo pensar que Hitler gasease judios en forma individual si
colectivamente podía matar con 400 toneladas de gas utilizando menos de 200 bombarderos.
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a esos miticos seis millones, y ello en un solo dia. Hitler disponía de diez mil toneladas
de gases, capaces de matar a cien milIones de personas y ni siquiera las tiró sobre ¡os
campos de concentración que iba abandonando. ¿Es esto coherente? ¿Es esto lógico? Dos
simples aviones con neurogases, tres como máximo, hubiesen bastado para elimi. nar a
toda la población penal del campo de Auschwitz antes de la llegada de los rusos, o, mejor,
el mismo día en que éstos llegaran. Bastaba una simple orden. de Hitler. Esa orden no se
dió. Pero si la dió Churchill para Dresde, o Truman para Hiroshima. Lo que nos parece más
demencia! de todo este incoherente asunto es el modus operandi atribuido a los Nazis por
los cultivadores del Fraude. En efecto. He aquí cómo procedían los alemanes en su cacería
de hebreos a lo largo y ancho de la Europa por ellos ocupada:
1 Sobre este tema de los neurogases es recomendable la lectura de «Armas Secretas Alemanas», de
Briand J. Ford.
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