Page 113 - Mitos de los 6 millones
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trotzkystas de su raza se défecaban cuando los llebavan a rastas ante el pare. dón de
fusilamiento sus carceleros stalinistas. Como se verá, la incoherencia es total.
c) El Tagespiegel autorizado (!) por los norteamericanos. (Por cierto, ¿no huele
esto a censura?), afirmaba que ante los crematorios de los antiguos campos de concentración
nazis se amontonaban centenares de cadáveres por falta de tiempo material para incinerarlos.
Es decir, que los famosos hornos crematorios de los campos de concentración no daban
abasto para quemar los cuerpos de los que se morían de frío. Y ¿cuántas personas morían de
frío, según el periódico alemán autorizado por los americanos? En Hamburgo, la segunda
ciudad alemana, 40 personas en diez días. En Frankfurt, se citan cetenares de casos de
hospitalizaciones por congelación, pero ningún muerto. Y en Berlin, la primera ciudad
alemana, 55 personas murieron de frio e inanición en quince días. Y, no obstante, no lejos
de Berlin estaban los campos de concentración de Ravensbrück y Sachsenhausen. No lejos
de Hamburgo estaba el de Neuengamme. Los célebres hornos crematorios alemanes no
llegaban a dar abasto para incinerar a cuatro cadáveres diarios. No daban abasto porque,
según el Tagespiegel los cadáveres se amontonaban ante los crematorios por falta de
tiempo y sitio para incinerarlos. Pero, en cambio, se nos asegura que esos hornos
crematorios, que no tenían capacidad para incinerar cuatro cadáveres diarios, pod tan
incinerar a miles durante la guerra.
Los periódistas, que se supone son unos entes preocupados siempre en desmitificar
lo establecido. y en servir la Verdad al publico, sea ésta o no agradable, no-fueron capaces
de denunciar un tan flagrante contrasentido. una contradicción interna de tal magnitud para
utilizar la jerga marxista como la de esos miticos hornos crematorios capaces. según los
cultivadores del Fraude de quemar cuatro mil cadáveres diarios durante la guerra. e incapaces
de quemar cuatro dos años después, en tiempo de paz. Como fueron igualmente incapaces
de hacer un paralelismo entre lo que se asegura sucedió en los campos de concentración
alemanes y el bombardeo de la ciudad hospital de Dresde. Y, no obstante, el paralelismo es
tan evidente que parece mentira no se le haya ocurrido a ningún plumífero.
Dejemós aparte que los propios Aliados, desde Churchill en sus Memorias hasta el
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comodoro del Aire inglés. J. M. Spaight reconocen que ellos fueron los precursores de
los bombardeos aéreos contra la población civil, para provocar la desmoralización del
adversario aunque las zonas bombardeádas carecieran del más mínimo interés militar, tal que
pudiera suceder en los bombardeos Aliados de la cuenca industrial de Ruhr o en los
bombardeos alemanes de la zona de fábricas de armamentos de Coventry o de las
instalaciones portuarias de Londres. Olvidémonos de todo esto y ciñamonos al paralelismo
entre el caso de Dresde y el del Fraude, al que vamos a suponer verdad, a efectos puramente
polémicos, por unos instantes.
Podríamos decir que lo mismo da llevar a las victimas a los hornos, que lleva los
hornos a las victimas. Según los cultivadores del Fraude, el Alto Mando Alemán determinó
atar a un cierto número de hombres, mujeres y niños, con la única condición de que fuesen
judíos. El Alto Mando Aliado determinó matar a un çierto número de hombres, mujeres y
niños, con la única condición de que fuesen alemanes. Se buscó para ello un medio idóneo,
y para evitar riesgos se les alojó en campos de concentración, donde se les iría quemando,
previo gaseamientó. Los Aliados.eligieron el mismo sistema, quemarlos, y también con el
fin de evitar riesgos eligieron la ciudad de Dresde, donde no había ni artilleria. ni aviones,
donde habían enormes cruces rojas pintadas en las azoteas de las casas, y en la que el
Oberkornmando de la Wehrmacht había prohibido el tránsito de sus tropas precisamente
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para evitar pretextos. El sistema de quemar a las victimas fué también el mismo. Se
dieron las órdenes oportunas – órdenes verbales, en el caso alemán, arrancando desde Hitler,
y llegando hasta el Cabo. Jefe de parrillas Müller, de Auschwitz – y sistemáticamente se
1 J. M. Spaight: «Bombing Vindicated».
2 David Irving: «Dresde».
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