Page 108 - Mitos de los 6 millones
P. 108

Benoit, francés, fechada en Julio de 1943, aseguraba que «la moral entre los deportados
                                                                                  1
                        franceses de origen judío es, generalmente, buena, y todos confían en el futuro».  El Padre
                        Benoit se pasó la guerra ocupándose de la ayuda a los judíos, de manera que difícilmente
                        puede ser considerado un testigo sospechoso. En resumen, dejando aparte unas cuantas
                        declaraciones platónicas sobre las personas perseguidas en razón de su origen étnico y un
                        discurso pronunciado ante el Colegio Cardenalicio unas semanas después de acabada la
                        guerra, en plena campaña propagandística, y en el que se hablaba de «cientos de miles» (no
                        de seis millones) de «perseguidos» (no de muertos), la actitud de la Iglesia ante el problema
                        nazi– judío fué la normal en una institución cuyos fines son espirituales y cuya vertiente
                        material se manifiesta en la Caridad. Sólo en la caridad; no en la Mentira. Y la Mentira,
                        aunque se refiera a seis millones de fantasmas y se repita sesenta millones de veces, no por
                        ello alcanza la categoría filosófica de la Verdad y continúa siendo eso: la Mentira.
                        «Bienaventurados los que padecen persecucion por la justicia...»  Con una
                        sola excepción – el abate Renard que luego debió retractarse espectacularmente tras el acoso
                        dialéctico de Rassinier – todos los sumos sacerdotes que velan permanentemente el Idolo del
                        Fraude son individuos de extracción racial judía. Otros, no judíos, se apiñan en el coro de
                        beatos que repiten, cual loros bien amaestrados, las verdades oficiales del conformismo
                        bien– pensante y alimenticio. Lo menos que puede decirse es que unos y otros – sacerdotes
                        y comparsas, judíos y no-judíos – no han perdido nada con  su adhesión al Gran Fraude.
                        Otros, han ganado mucho; desde el papá de Anna Frank hasta su correligionario que le
                        escribió el «best seller», pasando porel judío de Tel-Aviv o de Melbourne, «únicos
                        supervivientes de dos familias víctimas del Holocausto».
                              Ahora vamos a referirnos a los que, por dar testimonio de la Verdad, por haber
                        tenido él coraje de enfrentarse al Gran Fraude, se han visto denunciados por el dedo acusador
                        de sus hipócritas sacerdotes y han padecido – en frase de Cristo – «persecución por la
                        Justicia». Ya hemos aludido a Rassinier, constantemente sometido a procesos, expulsado,
                        por presión de los comunistas, de la Asamblea Nacional, difamado en nombre de la
                        «libertad de expresión»: Del Profesor Stielau, expulsado de su cátedra por decir que el libro
                        de Anna Frank era una mentira. De más de dos docenas de catedráticos y profesores
                        condenados al «pacto del hambre» por osar desenmascarar, aunque sólo fuera parcialmente,
                        al Gran Fraude. Del Profesor Duprat, víctima de un mortal atentado al ser colocada una
                                                                                         2
                        bomba en su coche por un judaico «Commando del Recuerdo», que reivindicó el atentado.
                        No vamos a hablar más de ellos, ni tampoco de los desgraciados nazis sometidos a tortura y
                        firmando cualquier fantástica declaración jurada, como el «documento Gerstein» o la
                        confesión de Wisliceny. Vamos a referirnos, ahora, a judíos que han tenido la gallardía de
                        enfrentarse a la inmunda marea de mentiras y dar testimonio de la verdad.
                              Josef G. Burg, nació en Czernovitz (Rumania), estuvo internado en un campo de
                        concentaación alemán, al final de la guerra se fué a Palestina, vivió un año en Israel y es,
                        hoy día, un encuadernador de libros en Munich. Ha escrito tres libros, sobre el Nacional-
                        Socialismo y los judíos. «Schuld und Schicksal» – el más conocido – «Sundenböcke» y
                        «NS-Verbrechen: Prozesse».
                              «Schuld und Schicksal» (Culpa y Destino) llevaba un subtitulo bien significativo:
                        «Los judíos de Europa entre los verdugos y los hipócritas»; en él describe el cautiverio de
                        su familia. Es compreñsible que no sea precisamente favorable al III Reich, pero tiene el
                        suficiente coraje, moral y fisico, para intentar ser honrado. En una ocasión, su testimonio,
                        solicitado por el Fiscal que suponía, por obvias razónes raciales, seria contrario a los
                        acusados, sirvió para salvar de la horca a quince ex-guardianes.
                              Insiste Burg en que la famosa «Endlösung» (o «Solución Final») significaba la
                        emigración, voluntaria o forzosa, de los judíos de Europa, y no la «total liquidación de los

                        1   Id., t. IX.
                        2   «Jewish Sentinel» (Centinela Judío), Chicago, 30-III-1978.

                                                           —   108   —
   103   104   105   106   107   108   109   110   111   112   113