Page 111 - Mitos de los 6 millones
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Era natural que así fuera, porque al fin y al cabo la mejor manera de llegar al hombre de la
calle es a través del periódico. Cada vez más, el periódico es leido de pié en la cola del
autobús, o tambaleándose en el «metro», haciendo equilibrios para poder leer por encima
del hombro del vecino, o en el tren de cercanías que nos lleva a nuestro puesto de trabajo.
Se leen los titulares y alguna noticia a toda velocidad. Por supuesto, no se anallza, lo que
se lee influyendo en ello la general idolatría por la letra impresa. As secrea la llamada
«Opinión Pública», que no es otra cosa que la opinión de losgrupos de presión que
controlán los periódicos, actuando los periodistas de correas de transmisión. En parte porque
el nivel mental del hombre disuelto en la Masa es inferior al de una criatura de doce años y
no es indispensable matar pulgas a cáñonazos, y en parte porque, de todos modos, el nivel
intelectual de los periodistas no da para gran cosa más, ha sido posible llegar a lanzar un
Fraude tan grotescamente hortera. Aquí un inciso. Acabamos de aludir al nivel intelectual
de los periodistas, y queremos hacer una excepción. Esa excepción evidentemente se refiere
a los periodistas españoles, indudablemente en la vanguardia no sólo de la inteligencia sinó
de la probidad e integridad profesional. Durante cuarenta años de negra dictadura han estado
utilizando un lenguaje clave que sólo la densa estupidez de algunos, entre los que nos
contamos, no logró descifrar. Así, por ejemplo, cuando, con cualquier futil pretexto,
expresaban en términos fervientes su «inquebrantable adhesión» al difunto Generalísimo o a
los «principios sublimes y eternos del Glorioso Movimiento Nacional», era evidente que
debía leerse entre lineas y comprender que lo que ellos querían decir, y sabiamente decían en
lenguaje metafórico, era que estaban hartos de dictadura y que los aludidos principios eran
una cretinez.
Dejamos, pues, deliberadamente a parte a las falanges (con perdón) integrantes de la
macedónica prensa hispánica, y nos limitamos a mencionar que, en el resto del Planeta,
esos caballeros son – salvo rarísimas excepciones – la expresión perfecta de una selección a
la inversa. Los periodistas son – recalcamos, menos en España – los fracasados de todas las
profesiones académicas. Las tituladas «escuelas de periodismo» no son más que el refugium
peccatorum del desecho estudiantil, el chaleco salvavidas de los más subnormales miembros
del pelotón de los torpes.
Esa cortedad intelectual es complementada por una recia inmoralidad. No queremos
emitir un juicio de valor. Nos limitaremos a reproducir las palabras del gran periodista John
Swinton, que fué durante varios años redactor gerente del New York Times. Cuando se
jubiló, sus colegas americanos, le dedicaron un banquete. He aquí unos fragmentos de su
discurso al responder al brindis propuesto por un comensal en honor de la prensa
independiente:
«No existe la prensa independiente; si acaso podría existir en una pequeña ciudad
rural. Vosotros lo sabeis y yo lo sé. No hay entre todos vosotros uno sólo que ose escribir su
honrada opinión, y si lo hicierais, sabeis de sobras que vuestro escrito no sería nunca impreso.
«Me pagan 150 dólares semanales por no publicar mi opinión en el periódico en que
trabajo. Otros, entre vosotros, reciben salarios similares por un trabajo igual al mío.., y si uno
sólo de entre vosotros fuera lo bastante loco para escribir lo que piensa, para decir la verdad, se
encontraría de inmediato en medio de la calle buscando un empleo.
«El oficio de periodista en Nueva York, y yo creo que en todas partes, consiste en
destruir la verdad, en mentir abiertamente, en pervertir, en envilecer, en reptar a los pies de
Mammon, y en vender a su raza y a su patria por su pan cotidiano.
«Vosotros lo sabeis. Yo lo sé. Por eso digo que es una locura beber a la salud de una
prensa independiente. «Somos unas simples herramientas. Somos los lacayos de unos hombres
ricos que están tras los bastidores. Somos unos polichinelas. Ellos mueven los hilos y nosotros
bailamos. Nuestros pobres talentos, nuestras posibiidades y nuestras vidas son propiedad de
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otros hombres. Somos unos prostitutos intelectuales.»
Esos prostitutos intelectuales son los que lanzaron al pasto del público el Mito de
los Seis Millones. En interés de la verdad histórica hay que estar agradecidos a que hayan
1 [Falta].
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