Page 116 - Mitos de los 6 millones
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Inmediatamente después de acabadala última continda mundial empezó, como hemos visto,
                        la campaña de denigración sistemática de Alemania, aunque el apogeo de esa campaña se
                        inició a partir de 1950, con una verdadera avalancha de libros y películas falaces sobre el
                        supuesto exterminio, todo ello bajo la égida de dos organizaciones cuyas actividades se
                        hallan sincronizadas de manera tan notable que todo lleva a creer que actúan de manera
                        concertada. La primera de estas organizaciones es el «Comité de Invertigación de Crímenes
                        y Criminales de Guerra», domiciliada en Varsovia, y bajo los auspicios de comunistas
                        polacos, de raza judía. La segunda es el «Centro Mundial de Documentación Judía
                        contemporánea», de Tel-Aviv y París, y aparece bajo el patrocinio de judíos de nacionalidad
                        israelita y francesa. Sus publicaciones aparecen, siempre, en los momentos favorables del
                        clima político y tienen un doble objetivo: para la Unión Soviética, mantener vivo el miedo
                        al Nazismo lo que debilita y divide a sus adversarios y distraer la atención sobre sus propias
                        actividades. Para Israel, el Fraude tiene consideraciones más bien materiales, sin olvidar
                        tampoco las políticas. Cuando a un mundo desinformado y embrutecido se le repite
                        millones de veces la palabra «Auschwitz», será muy difícil conmoverle con las palabras
                        «Deir Yassin» o «Kybia», y aún cuando algo transpire de lo que sucedió en esas ciudades
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                        árabes de Palestina   quedará ahogado por el clamoreo de las vestales del Idolo intocable de
                        los Seis Millones. Por otra parte, para el estado implantado en Palestina, se trata de
                        justificar, mediante un número proporcional de cadáveres las sumas enormes entregadas cada
                        año a Israel por el Estado de la República Federal Alemana, a título de reparación de guerra.
                        Esta indemnización, o reparación de guerra, o daños e intereses, o como quiera
                        denominársele, no tiene ninguna base moral ni legal, toda vez que el Estado de Israel no
                        existía en el momento en que tuvieron lugar los pretendidos asesinatos masivos de judíos
                        en Europa.
                              Pretender, como se ha hecho, que el Estado de Israel es el heredero de los derecho de
                        los judíos alemanes, polacos, rusos, franceses, húngaros, eslovacos, bálticos, etc., es
                        afirmar que el judío, esté donde esté, haya nacido donde haya nacido, es, por encima de todo,
                        un judío. Podría defenderse, en la hipótesis de que el Holocausto fuera cierto, y no una
                        superchería como es en realidad, que las dos Alemania – y no solamente la Federal –
                        pagaran indemnizaciones a los estados de los que los pretendidos gaseados eran originarios,
                        es decir, a Francia, Polonia, Hungría, Italia, etc., pero nunca a un estado que ni siquiera
                        existía cuando el supuesto genocidio tuvo lugar. Decir que un judío es, antes que nada, un
                        judío, con independencia del color del pasaporte, lo dijo hace un siglo el padre del Sionismo
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                        Moderno, Theodor Herzl,   con el que, en este aspecto, estamos totalmente de acuerdo, y
                        no porque nos parezca lógico ni justo, sino porque es un hecho. Pero entonces, como dice
                        el proverbio anglosajón «no podemos comernos el pastel dos veces». O un judío francés es,
                        antes que nada, y por eñcima de todo, un francés, o es antes judío y sólo en segundo lugar,
                        supletoriamente, francés. En tal caso, no es lógico que goce de los derechos de un francés, y
                        si sólo de simple residente en Francia. De este sencillo supuesto partió Hitler. Y es curioso
                        que quien le dé la razón sea no sólo el citado Herzl, sino uno de los mayores enemigos – de
                        Hitler-. y contemporáneo suyo: el rabino Stephen Wise (a) Weisz, cuando afirmó que él era
                        «americano desde hacía sesenta años, y judío desde hacia sesenta siglos». La pretensión del
                        Estado de Israel a ser el heredero de los derecho de los judíos aunque hayan nacido fuera de
                        Palestina, es, pues, indefendible desde el punto de vista legal, mientras que desde el punto
                        de vista mora! sólo podría defenderse si se acepta la tesis hitleriana de que el judío es,
                        primordialmente judío, esté donde esté. Y decimos «podría» porque debierapartirse del
                        supuesto de que el Holocausto pertenece a la realidad y no al reino de las utopías.



                        1   Dos poblados árabes de Palestina, en las que los partisanos de la «Haganah» judía asesinaron a todos
                        los habitantes desarmados, incluyendo ancianos, mujeres y niños. (N. del A.)
                        2   Theodor Herzl: «A Jewish State».

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