Page 98 - Mitos de los 6 millones
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indispensable para la validez de esa confesión es que sea libre y espontanea, sin coacciones
                        físicas ni morales.
                              Los cultivadores y beneficiarios del Gran Fraude aducen, a veces, como prueba de
                        sus aseveraciones, el hecho de que los gobiernos de Alemania Oriental (el comunista) y aún
                        más el de Alemania Occidental (el «capitalista») han admitido y admiten, miles de veces, la
                        realidad del Fraude de los Seis Millones. Pero esto no es una confesión de parte, por no ser
                        libre ni espontánea, como vamos a demostrar. Una confesión de parte, libre y espontanea,
                        es la de cualquiera de los testimonios que hemos aportado, hasta ahora, en esta obra, judíos
                        o simpatizantes, que, en un punto o en la totalidad, se han apartado de la línea oficial del
                        Fraude. Estas personas no han sido sometidas a coacción y, en muchos casos, han debido
                        pagar su fidelidad a la Verdad a alto precio, con procesos, como Rassinier, o con la cárcel,
                        como Christophersen...– y la ha habido y continúa habiéndola – ha sido en el sentido de la
                        supervivencia del Fraude , por razones qüe ya hemos entreabierto y de las que nos
                        ocuparemos con detenimiento más adelante. En cambio, testimonios que constituyen un
                        verdadero ultraje al sentido común, a la Aritmética,y a la simple decencia, o fraudes
                        definidos como tales por los propios tribunales, han adquirido la categoría de dogmas de la
                        Moderna Democracia y hasta han sido impuestos, en nombre de esa misma Democracia,
                        como textos oficiales de lectura en las escuelas alemanas.
                              La auto-acusación permanente que, desde hace más de 30 años, se lanzan sobre sí
                        mismos los sucesivos gobiernos de Bonn se parece demasiado a un reflejo pavloviano, para
                        que podamos creer en su autenticidad. Refeljo pavloviano, hemos dicho, y también técnica
                        del Dr. Levin, el inventor del lavado de cerebro en las purgas stalinianas de 1938. Esto en
                        cuanto a la técnica, porque en cuanto al motivo, es bien claro. Desde 1945 hay dos
                        Alemanias, con dos ejércitos de ocupación. A efectos políticos, es decir, a efectos reales, el
                        hecho de que tales ejércitos ya no sean calificados de «ocupación», dentro del contexto de
                        los acuerdos del Pacto de Varsovia o de la OTAN, no modifica en nada la situación. De
                        hecho, todo ejército de «ocupacion» protege al territorio ocupado de ser protegido por otro
                        ejército, de otra potencia, que quisiera ocuparlo para protegerlo contra la anterior. Los
                        romanos expresaban esta situación con el aforismo «Protego, ergo obligo». Protejo, luego
                        mando. Todo país en cuyo territorio se asienta un ejército extranjero con un poderío
                        logístico súperior al del ejército del país en cuestión, es una país sometido, colonizado, sin
                        soberanía. Aún cuando disponía de embajadas, de aduaneros y de un simulacro de ejército
                        cuyos objetivos son fijados por la potencia ocupante y cuyo destino no es otro que el de ser
                        carne de cañón del protector.
                              Esto es así se sepa – que los que deciden, lo saben – o no se sepa. Se quiera,  onó se
                        quiera por el arcaico nacional-atomismo de papá.
                              En Política toda potencia .dividida desaparece. Dos Alemanias equivalen, a todos
                        los efectos prácticos, a cero Alemanias, terminologías juridicas aparte.
                              Debe irse con cuidado al interpretar el hecho de que un cierto número de alemanes –
                        tal vez la mayoría, dada la magnitud de los medios propagandísticos utilizados – parecen
                        creer en la certeza del Fraude de los Seis Millones. Muchos pueden adoptar esa actitud por
                        miedo, para no crearse problemas políticos, e incluso personales o profesionales. Pero está
                        claro que el pueblo alemán no está mejor situado que cualquier otro para juzgar del
                        problema, exceptuando, claro está, los alemanes que, de cerca o de lejos, tuvieron algo que
                        ver con el mismo. No debe soslayarse el caso, que estimamos harto común, de alemanes
                        que hayan visto cómo eran deportados vecinos suyos, de raza judía, y al no verles regresar
                        después de la guerra hayan deducido que sus vecinos perecieron en la deportación. Es
                        posible que así haya sido, pero también es posible que hayan sido regularmente enviados
                        fuera de Alemania y de Europa, tal vez a Palestina, o que hayan sobrevivido a los campos
                        de concentración y se hallen en los Estados Unidos, o en otro lugar de Alemania. El caso de
                        familias judías que «echen raíces» durante mucho tiempo en algún país – cuanto menos en
                        alguna ciudad – es infrecuente. La clase de «alimento espiritual» que se ha servido al pueblo

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