Page 115 - Murray, Gilbert. - Grecia Clásica y Mundo Moderno [1962]
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HERACLES


      una  gran  obra  de  arte  el  Heracles  de  Eurípides,  No  lo  considero  así.
      Tiene  el  torso  roto,  tiene  demasiada  retórica  convencional!  pero,  en
      punto  a  elevación  del  tono  trágico,  el  último  acto,  después  de  que
      Heracles  vuelve  en  sí  del  trance  en  que  ha  asesinado  a  sus  hijos,
      puede  compararse  con  cualquier  obra  del  teatro  antiguo.  Por  tanto,
      en  la  tragedia  de  Eurípides  tenemos  sin  duda  un  Heracles  idealizado,
      un  αριστος  άνδρών,  al  que  incluso  pueden  aceptar  los  civilizados  ate­
      nienses  del  siglo  y.  Han  desaparecido  la  lascivia,  la  gula,  la  borra­
      chera,  la  violencia  indirecta.  No  se  hace  ni  alusión  a  que  Heracles
      fuera  otra  cosa  que  un  marido  y  un  padre  perfecto.  El  asesinato  de
      sus  hijos  por  él  cometido  se  presenta  como  obra  de  un  agente  externo
      y  sobrenatural :  la  maldad  de  una  diosa  perversa  contra  un  hombre
      inocente.  Heracles  queda  convertido  en  figura  ideal.
         Lo  más  que  cabe  decir  contra  el  carácter  que  se  le  atribuye  en  la
      obra  de  Eurípides  es  lo  siguiente.  Cuando  el  que  escribe  una  obra
      de  imaginación  quiere  que  un  personaje  se  enfurezca  o  cambie  su
      natural  modo  de  ser,  se  le  brinda  evidentemente  una  opción :  puede
      optar  por  el  contraste  o  por  la  preparación  gradual.  Suponiendo  que,
      como  en  este  caso,  se  trata  de  un  caso  de  furor  homicida  violento
      provocado  por  alguna  causa  externa,  nuestro  autor  puede  conseguir
      efecto  haciendo  que,  en  circunstancias  normales,  la  víctima  sea  una
      persona  particularmente  apacible  y  razonable  que  experimenta  una
      transformación  radical  (Wells  ha  escrito  un  buen  cuento  por  este
      tenor  acerca  de  un  marido  tranquilo  dominado  por  su  mujer,  que
      luego  cambia  de  modo  de  ser  al  comerse  por  azar  una  seta  muy
      estimulante) ;  o  bien  puede  conseguir  efecto  poniendo  de  manifiesto
      ciertas  tendencias  leves  que  se  dan  en  la  persona  en  circunstancias
      normales  que  luego,  al  cambiar  éstas,  se  desbordan  con  violencia.
      Es  manifiesto  que,  en  su  modo  de  tratar  la  figura  de  Heracles,
      Eurípides  sigue  el  segundo  método  y  no  el  primero,  Heracles  es
      un  luchador  de  corazón  ardiente  y  apasionado  que  se  enfurece  a  lo
      apasionado  y  belicoso.  Las  pretensiones  de  Teseo  son  más  modestas,
      pero  sirven  muy  bien  de  contraste  demostrando  igual  generosidad  y
      valor,  además  de  una  perfecta  sôphrosynê.  Los  dos,  a  su  manera,
      son  héroes  ideales :  Teseo,  rey-ciudadano,  y  Heracles,  héroe  pre-
      cívico.
         Así,  pues,  Eurípides  tomó  el  Heracles  de  la  tradición,  lo  depuró
      despojándolo  de  sus  cualidades  más  toscas,  lo  idealizó  como  tipo  de
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